13 de enero de 2010

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En realidad, esto lo escribí para subirlo el primer día de trabajo después de la "grande bouffe"; tras mirar hacia el patio al terminar las vacaciones, como un abismo, cuando los faros del autobús que me traía mostraban todo su orgullo encendidos de blanco.

Según me acercaba (ya a pie) he notado la energía paralela de los pasos de cebra frente a la puerta de entrada y la del dibujo que hacen –convergentes- los lados de la calle. Como sabes tengo una brecha que me corta el paso a la palabra. Lo suelo insinuar aquí cuando me atrevo. Y tú dirás: Tiene que ser muy crudo recordarlo todo, no ser capaz de olvidar, quedarse callado un rato mirando el techo cada noche, sin tiempo ni ganas para prometer nada...

A la luz, a la Historia... le cuesta tanto alumbrar...

A veces pienso que no cambiará nunca el amarillo de la bombilla en los cristales de cualquier cocina... (nuestro desasosiego o el de otro desconocido, el exterior nevado, los patios interiores desde lo alto, el batir de los huevos, las bolsas de basura...) sin que nos trasladen a otra realidad merecida o inmerecida, o a otra distinta de la que nos dijeron.

No era verdad que fuese a sonar siempre Lluís Llach, o que (en su defecto) el vino no fuera a terminarse nunca; ni que el rojo de los atardeceres, se tornase más suave al soñar con el ocre de la solidaridad sobre un colchón en el suelo si no había para todos.

¿Desde hace cuánto me siento habitante de un empeño absurdo? Son esos mundos -los empeños absurdos- los que me despiertan cada noche. Sin gracia ni sentido. Un territorio a media luz. En penumbra. De nadie. No sabría explicarte lo que pienso mientras deshago esos pasos nocturnos que tú conoces. No te lo puedo explicar, porque lo pienso sin palabras. Y porque la última promesa firme que le hice a la vida fue la de nunca prometerle nada. Aunque lleve escrito en el corazón la imagen de un Prometeo encadenado.

La promesa que me ata -en todo caso- es la del autobús que ilumina la calle, y la de una puerta cerrándose y yo pensando en cómo sería esto sin soñar. Quizá leí en mi cara (en el espejo) que lo mejor sería irse con las décadas y no me fui. Algo así debió ser. Y por eso me di la vuelta y levanté la mano y corrí detrás... No lo sé a ciencia cierta; pero pienso mucho durante todos estos tic-tacs de noche negra y nieve blanca y frío. Y me pregunto qué me impide colocar en el mapa una cruz de pirata, justo ahí donde dice "éste era tu lugar", esta noche... hoy mismo.

Pero luego comprendo que es la incertidumbre (el principio de Heisenberg), por una vez, la que me da esperanza; porque contra esa duda física no se puede nada: tampoco los mercados, que no lo tienen todo atado. Así que recorro otra vez los subterráneos en espirales sin fondo, sin señales concretas, los andenes que no llevan a ningún sitio...

Como mucho a pensar con toda intensidad durante una hora y pico -antes de dormir- lo lejos que ha quedado todo en nuestra vida.

Codorníu.

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10 comentarios:

mera dijo...

C'est la rentrée. No te dejes. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Gracias, Mera. En los tiempos que corren, los hombros son vitales.

Un abrazo.

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

... Cuando me meto en ciertos bucles de adivinanzas y porqués, siempre me llega una reflexión de no sé quién que el mundo es de aquella gente que al levantarse se buscan sus propios resortes, los que ellos quieren, y si no los encuentran, se los inventan.
besos, hoy mogollón de besos de café, me ha salido buenisimo

TORO SALVAJE dijo...

Será porque nos hemos alejado nosotros o porque todo está previsto para que sea así?

Creo que lo segundo.

El tiempo nos va excluyendo.

Saludos.

mangeles dijo...

Que interesante reflexión amigo Pepe. Pero me parece, que no existen respuestas...que sólo existen preguntas...y preguntarse es estar vivo.


Un beso, amigo.

Camille Stein dijo...

la distancia se acrecienta en la medida que el olvido se hace utopía... y la incertidumbre, esa espiral de las noches iluminadas

un abrazo

Maria Coca dijo...

Las noches en vela son las más oscuras de todas. Las distancias siempre nos atan a lo que nunca dejamos atrás. La vida es extraña, verdad?

Besos enormes, Pepe.

MartinAngelair dijo...

Irene se llama la única hermana de mi padre,...

...la madre de mi padrino.



Laura fue la canción que mi ángel madrino tocó con sus dedos y su voz en Santiago en casa de Ito, mi mejor amigo,...en su lengua propia,...y ya en el año 89.




...y de tu hermoso texto podría transcribir renglones como nombres propios, en este comentario,...pero empieza a hacer daño,...verdad?









(hoy madrugué en mi segundo tiempo de insomnio, gracias a Dios, una hora casi más tarde)






Un beso de buenos días.





(Pepe se llama, a propósito, mi hermano)

Ricardo Miñana dijo...

Todo parece programado,
compartes un buen texto, te felicito un placer leerte.

Que tengas un feliz fin de semana
un abrazo
RMC

mjromero dijo...

Primero no había nada,
luego fue la proximidad, el tacto,
y finalmente la distancia,
es como un camino de ida y vuelta.
Un beso.