26 de mayo de 2017

Lo que tenga que suceder, va a suceder; no a sucederME. 
Ya que no soy verdaderamente existente como un ser individual y separado.

A propuesta de Saleta he ido a ver una película que ganó el festival de Sitges de cine de terror. Cuando me recomienda cosas así, sé que algo quiere mostrarme.

A la salida -no falla- me está esperando, como siempre, para soltarme de tapadillo alguna enseñanza.

Ni por un momento, me dijo en esta ocasión, dudaste que las imágenes y el sonido fueran los responsables del "susto" que te acaba de poner, varias veces, la piel de gallina, reconócelo. Estabas tan identificado con el personaje de la acción que, durante unos minutos, olvidaste quien eras realmente: ¡Un espectador sentado cómodamente en una butaca! 

Esa es la causa del miedo, y no lo que pasa en la pantalla. Ese olvido, ese no darse cuenta es la causa de todo. Sin esa falsa identidad, que se cuela de tapadillo al meterte de lleno en la película, no hay yo alguno al que apuntar... 

Esa convicción, esa creencia errónea de que el sujeto de ese sufrimiento siempre es el mismo (un “yo” permanente) es la causa de todo.

Pero, el cine es el cine y, por suerte, en algún momento te ha llegado la oportunidad de salir de ese estado de enajenación. Mas no ha sido porque el personaje de la peli (con el que estabas identificado) haya hecho algo para "despertar", sino porque "soltaste" la identificación con él y volviste a ser consciente de quién eras en realidad (un espectador), alguien que nunca habías dejado de ser ni por un instante. Pues esto es igual: nunca te olvides que el Despertar es un reconocimiento, no un cambio.

Volviendo a la metáfora del cine... Supongo que respirarías aliviado, como cuando se sale de una pesadilla, ¿no?

Pues ahora dime: ¿Cómo soltaste tal identificación?, me preguntó Saleta. Ojalá ese "darse cuenta" fuera tan fácil, ¿verdad? Este yo ilusorio que crees ser parece grabado en piedra y levanta resistencias por doquier. Ojalá desmontar el engaño fuese así: que alguien te zarandease, te diera cachetitos en la cara y dijera:  

Codorníu, ¡despierta, hombre! ¡Qué estás soñando!

Codorníu.