28 de febrero de 2010

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Los matemáticos vivieron en el optimismo hasta 1930. Hasta esa fecha, todo lo verdadero era demostrable como sucede actualmente con el ya empalagoso pensamiento único. En eso llegó un joven austriaco, Gödel, e introdujo la célebre paradoja que lleva su nombre. Pero, para que le comprendieran sus colegas de congreso, tuvo que poner las fórmulas matemáticas en base literaria y soltó aquella flagrante contradicción que decía: “Yo siempre miento”.

Hoy estamos rodeados por incuestionables axiomas que mienten más que hablan. Los ojos de los charcos, asimétricos y vacíos, apartan la vista, porque no pueden soportarlo. Ya no se ve el cielo cuando se les pregunta por la llave para salir de esta loca contradicción que asalta nuestras vidas. Las recetas que utilizan los expertos -esta semana han vuelto a la carga “los cien economistas” españoles deformados en Minessota- gimen como viejos maderos al contacto con el peso y el dolor de los hombres de carne y hueso. Cuesta creerles, y luego mirar a un lado y a otro. Se lo han ganado a pulso.

Termina uno por dudar si, en su caso, aquellas pisadas de juventud, robadas al mar embravecido, sólo fueron verdad en las novelas. Pueden estar contentos.

Nosotros, mientras, a la espera de nada, más bien todo tememos.

Codorníu.

(Según Albert Recio, quienes firman el manifiesto de “los cien economistas” no son además expertos en el mercado laboral. Tocan de oídas o con la confianza inveterada en la calidad analítica de un reducido grupo de economistas del Banco de España o de Fedea. Repasando el listado de firmantes se advierte la enorme presencia de personas adscritas a unos pocos departamentos y a una precisa corriente académica. Lo que en la profesión se conoce desde hace años como el grupo de los “minessotos”. Economistas teóricos, la mayoría especializados en teoría de juegos con poco o ningún interés por el análisis de la realidad concreta de cada país. O al menos es lo que siempre les hemos oído comentar, que la alta ciencia debe concentrarse en los modelos abstractos. Un grupo que ha alcanzado un enorme poder en la esfera académica y política. Personas que manteniendo una evidente comunidad de intereses y proyectos han conseguido colocarse en importantes puestos gubernamentales con el Partido Popular, el Partido Socialista, Convergencia y Unió. Personas por tanto influyentes a los que quizás habría que preguntar qué opiniones expresaron para evitar que acabáramos en el desastre actual. Por qué no advirtieron sobre “las causas” que han generado el problema. Y por qué siguen sin decir ni “mu” sobre qué reforma requiere el sistema financiero -un causante obvio del problema- cómo se podría cambiar la estructura productiva del país y cómo se puede reconducir el cáncer inmobiliario. Hay incluso entre los firmantes quien hace años pronosticó el hundimiento inmediato de la Seguridad Social y cuando la realidad le dio un revolcón a sus previsiones, lejos de disculparse y dedicarse a otra cosa, ha seguido dando lecciones sobre el tema.
Hay otras muchas personas en España que llevan muchos años estudiando el mercado laboral desde una óptica económica. Con mucho trabajo estadístico y analítico. Prácticamente ninguna de ellas firma el manifiesto. Si en lugar de una mera operación propagandística estuviéramos ante un verdadero debate social seguramente la opinión de estas personas sería considerada. Pero con la reforma laboral lo que proponen es que les den carta libre para propagar su unilateral punto de vista. Un punto de vista que en casi todo coincide con lo que están pidiendo los líderes empresariales. Como alguien me comentó, “menos mal que íbamos a reformar el capitalismo”
Que este y otros grupos de interés conspiren no es nada nuevo. Que se intenten colar intereses como ciencia verdadera tampoco.
Ahora las cosas son aún más graves. Porque no estamos sólo ante una reforma laboral, sino ante una crisis general que puede dar lugar a dinámicas sociales muy peligrosas. Una crisis que exige respuesta no sólo en el campo del empleo. Donde todos nos movemos en grados de incertidumbre e indefinición que a la postre pueden acabar en una situación realmente grave. Y donde en el plano de la escena política se vislumbra una recomposición de la derecha, a la que no le temblará el pulso a la hora de aplicar nuevas políticas antisociales con la excusa de salir de la crisis. Por ello parece ya directamente suicida que los sindicatos o lo que queda de Izquierda Unida-Iniciativa sean incapaces de generar procesos en los que, como mínimo, salgan propuestas alternativas al machacón discurso que repiten como “mantras” la CEOE, el Banco de España, la OCDE y el FMI. Y al que el manifiesto comentado trata de dar patina científica. Parafraseando la conocida escena del film de Nanni Moretti, “Por favor, hagan algo, promuevan la participación, promuevan un debate de verdad, ayuden a organizar una respuesta social, organicen”. Aunque sea sólo por mero instinto de supervivencia. ¿O es que aún no han entendido que lo que propone en la práctica esta reforma es la desaparición efectiva de los sindicatos y el reforzamiento de los derechos del capital?)


Albert Recio, es editor de la revista Mientras Tanto, coordinador del área de Economía Laboral de las Jornadas de Economía Crítica, doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona y titular del Departamento de Economía Aplicada de la misma.

22 de febrero de 2010

Todos los informes emitidos en los años noventa sobre la evolución de la Seguridad Social en España fallaron estrepitosamente.

Según aquellos estudios, justo ahora, en este mismo momento, estaríamos en plena quiebra del sistema público de pensiones. Para el Círculo de Empresarios, por ejemplo, la deuda en 2010 alcanzaría el 10% del PIB.

En realidad, la Seguridad Social cerró el ejercicio 2009 con un superávit de 8.500 millones de euros. Y su Fondo de Reserva suma ya 62.000 millones, el 6% del PIB.

¿Cómo es posible que tantos, y tan distinguidos catedráticos y servicios de estudios tan prestigiosos como el de La Caixa y el del entonces BBV se equivocaran tanto?

A partir de 1994, hubo un auténtico aluvión de estudios aparentemente muy serios, firmados por expertos de solvencia probada, que afirmaban rotundamente que el sistema era insostenible a muy corto plazo. Las entidades financieras fueron las mayores emisoras de informes de este tipo, y obtuvieron un gran eco en los medios de comunicación.

"Este tipo de modelos están muy teledirigidos; dependen de variables subjetivas que pueden dar resultados muy distintos; con leves retoques indemostrables, es fácil conseguir los resultados que uno quiere", explica Ignacio Zubiri, catedrático de Hacienda Pública de la Universidad del País Vasco (UPV), uno de los mayores expertos en pensiones, que no se apuntó por aquel entonces a las predicciones apocalípticas. Y añade: "No sé si hubo mala fe, pero los errores fueron enormes".

Para los economistas vinculados a corrientes críticas no cabe duda de que los errores no eran casuales : "El objetivo era estimular los sistemas privados de pensiones; y tuvieron éxito porque con tanto miedo mucha gente les creyó y el Estado se vio obligado además a ofrecer cuantiosas desgravaciones", opina Miren Etxezarreta, catedrática emérita de Economía Aplicada de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).

José Iglesias Ferández, economista formado en Oxford y Londres, apunta la hipótesis de que las entidades financieras "promovieron el pánico" deliberadamente para "quedarse con un suculento negocio". Y para lograrlo, añade, se sirvieron de los prestigiosos académicos.

(Hasta aquí un resumen del artículo firmado por PERE RUSIÑOL, Barcelona, el 22 de febrero de 2010, y que podéis leer íntegramente haciendo clic en Público.es)

En realidad, no hay ninguna nube encarcelada en la jaula (como parece querer mostrar la fotografía) y, o mucho me equivoco, o algo así, más o menos, es lo que quieren que nos traguemos ahora los prestigiosos y distinguidos economistas liberales del pensamiento único.

Por favor, qué vuelva a la cátedra el anciano José Luis Sampedro... que fue profe mío en los años 70, y nunca me desinformó con medias verdades.

Codorníu.

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19 de febrero de 2010

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Tras abrirnos paso a machetazos por el interior de una selva de palabras a la que no llegaba ni la luz del sol, nos ha parecido entender que la solución a la crisis pasa por hacer recuento de cuanto poseemos (nuestro salario, nuestro paro, nuestra jubilación, nuestro piso, nuestro coche, nuestra Seguridad Social, nuestros ahorros), para valorarlo a la baja. Y como no es posible devaluar la moneda, será preciso devaluar todo lo demás, incluida la autoestima. Donde creíamos que teníamos cien, deberemos aceptar que tenemos setenta. Quienes medían 1,80, tendrán que conformarse con 1,50. Quienes comían en restaurantes de cuarenta lo harán hasta nueva orden en tascas de diez. Y así de forma sucesiva hasta regresar al tamaño anterior, del que quizá, como de nuestro pueblo, no deberíamos haber salido. Pero no todo disminuirá. Si usted debía mil más los intereses, continuará debiendo mil más los intereses (deuda a la que tendrá que añadir los intereses de los intereses). Parecería lógico que si su piso vale ahora un 20% menos que cuando lo compró, la hipoteca se redujera en un porcentaje similar. Pero no intente usted introducir la lógica donde impera la explotación.

No nos engañemos, pues. Debajo de todos esos discursos enmarañados sólo late una pregunta: ¿a quién empobrecer para recuperar nuestro tamaño verdadero? ¿A quién recortar las piernas, los salarios, las pensiones, las medicinas, la enseñanza? Se trata, como ven, y por muchas palabras que se coloquen sobre el asunto, de una decisión ideológica. En este país hay mucho, muchísimo dinero, ya que la acumulación de capital fue obscena durante los años de la burbuja. Pero está concentrado en unas pocas manos. Déjense de discursos y digan cuánto van a poner de su bolsillo, en este duro regreso a la realidad, esos señores que se jubilan con 80 millones de euros.

(Hasta aquí, el artículo publicado en EL PAÍS -opinión- por JUAN JOSÉ MILLÁS, hoy, sábado, 19 de febrero de 2010)

Gracias Millás. Los economistas que hoy gozan de renombre en los medios han perdido toda capacidad crítica. Es el precio cobarde que aceptan pagar por mantenerse en el púlpito.

Si Alberti levantara la cabeza, con seguridad volvería a preguntarse:

Pero... ¿dónde los hombres?

Analizan, y cuando analizan parece que están solos
Miran, y cuando miran parece que están solos
Sienten... y cuando sienten parece que están solos.

Codorníu.

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17 de febrero de 2010

¿Se imagina usted que gana 5.500 euros a la hora? Tenga en cuenta que no es por cada hora de trabajo, sino por cada hora del día. O sea, también cuando duerme. Cuando come. Cuando está en la ducha. Y cuando nada en la playa junto a su mansión en los Hamptons, la zona de Nueva York en la que veranean los millonarios de Wall Street. Ahora, pongámoslo un poco más difícil: ¿Se imagina ganar eso durante 12 meses consecutivos?

Probablemente, no. Pues ese dinero, es decir 2.913 millones de euros, es lo que ganó en 2008 John Paulson, el fundador y gestor del hedge fund Paulson & Co. En ese año, su fondo, que hasta entonces había tenido un comportamiento mediocre, ganó 10.900 millones de euros. ¡Más que el PIB de Bolivia, un país de 10 millones de habitantes!

Ahora, Paulson es uno de los tiburones financieros que está detrás del ataque contra la deuda griega, portuguesa y española de las últimas dos semanas. Es, sin embargo, muy complicado saber cuál es su verdadera parte de culpa del desplome del euro y la subida del precio de la deuda española. Los hedge funds no están regulados, y nadie sabe lo que decide Paulson en su oficina en la esquina de la calle 57 y la Avenida de Madison, en Manhattan, desde la que se ve una de las pistas de patinaje de Central Park, y cuyas paredes están adornadas con originales del pintor y escultor Sandy Calder.

Otro «especulador» al que se refería el ministro de Fomento, José Blanco, para justificar la caída del euro es Brevan Howard, el mayor hedge fund de Europa, dirigido por Alan Howard, un hombre que bate records de discreción en un sector caracterizado por su nula transparencia.

También podría haber actuado Moore Capital, gestionado por Louis Moore Bacon, cuñado de uno de los pioneros del sector de los hedge funds, Julian Robertson, el hombre que, con su ataque especulativo contra el baht tailandés en 1998, desencadenó la crisis que provocó la suspensión de pagos de Rusia y Corea del Sur y llevó al mundo al mayor cataclismo financiero hasta el estallido de la crisis subprime. Una crisis que fue precisamente la que permitió a Paulson aquel año dorado de 5.500 euros a la hora.

CÓMO INVIERTEN

Los hedge funds son fondos de inversión de alto riesgo. Su principal característica es que están exentos de restricciones a la hora de invertir, a diferencia de los fondos tradicionales. Además, buscan obtener rentabilidad en cualquier momento del mercado, incluso cuando éste cae, por lo que su riesgo es mucho mayor y, por ello, generalmente están reservados a inversores con alta cualificación y patrimonio.

Los fondos que están, supuestamente, llevando a cabo estos ataques contra el euro suelen ser denominados macro, porque su estrategia se basa en seguir los grandes acontecimientos de la macroeconomía mundial. En el último mes, estos fondos han tomado posiciones en divisas a través de contratos de futuros, unos instrumentos derivados que permiten ganar dinero tanto si una moneda sube como si baja. En este caso concreto, los inversores han negociado cerca de 6.000 millones de euros a través de 40.000 ventas de futuros, según las cifras del Chicago Mercantil Exchange (CME) que recogía esta semana Financial Times.

CONTRA QUIÉN ESPECULAN

La cuestión es que cuando estos gestores invierten, lo hacen con volúmenes enormes de dinero. Eso convierte a esta gente en creadores de mercado más que en meros inversores. Si todas sus operaciones apuntan en una dirección, arrastran al resto de inversores a hacer lo mismo. Y así se desploma cualquier mercado.

(Hasta aquí el artículo firmado por JAVIER GALLEGO/PABLO PARDO en el dominical especial MERCADOS. Domingo, 14 de febrero de 2010. AÑO XXII. NÚMERO: 7.362- aparecido en el periódico EL MUNDO. Edición Madrid)

Y yo pregunto: ¿No es acojonante que tengamos que pagar nosotros -con recortes sociales- lo que a estos tipos les supondría una ridícula tasa impositiva?

Codorníu.

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16 de febrero de 2010

La campaña “The Robin Hood Tax”, lanzada hoy en el Reino Unido, ejemplifica cómo una mínima tasa puede generar grandes cambios en millones de vidas. Intermón Oxfam pide a los Jefes de Estado, que se reúnen mañana en el Consejo Europeo para abordar la crisis, que propongan medidas valientes e innovadoras y que los causantes de la crisis también contribuyan a ponerle solución.

Un pequeño impuesto aplicado a las transacciones que realizan las entidades financieras entre sí podría generar miles de millones de euros para combatir la pobreza dentro y fuera de Europa, y hacer frente a los efectos adversos del cambio climático. Estas peticiones, que reclaman organizaciones sociales en diferentes lugares del mundo, se han visto impulsadas hoy por la campaña “The Robin Hood Tax” que ha lanzado una amplia coalición en el Reino Unido y de la que forma parte Oxfam.

La adopción de una tasa como ésta ha sido defendida por economistas de reconocido prestigio, como Joseph Stiglitz, Jeffrey Sacks o Dani Rodrick. Se calcula que con una mínima tasa del 0,05% sobre esas transacciones financieras podrían generarse fondos suficientes para paliar los efectos de la crisis económica tanto en los países en vías de desarrollo, como en los que se genera el intercambio, en este caso en España.

“Ya es hora de que los platos rotos no los paguen siempre los mismos. Es indignante ver cómo se desembolsan con gran facilidad y rapidez fondos para rescatar al sector financiero mientras no se hace nada para ayudar a las personas que más están sufriendo la crisis. Una pequeña tasa significará poco para las instituciones financieras pero un gran cambio para el resto del mundo”, afirma Ariane Arpa, directora general de Intermón Oxfam.

“Hasta el momento no hemos visto medidas valientes e innovadoras por parte de los líderes europeos para paliar los efectos de la crisis en los más pobres. Esperemos que del Consejo Europeo que se celebra mañana en Bruselas salgan propuestas concretas como la tasa sobre transacciones financieras”, añade Arpa.

La adopción de esta tasa es una de las principales reclamaciones de Intermón Oxfam en su campaña hacia la presidencia española: “Gracias, José Luis. Porque... lo harás ¿no?”.

La campaña "The Robin Hood tax" hecha pública hoy en el Reino Unido prevé que un 50% de lo recaudado sea invertido en mitigar la pobreza en el propio país. El otro 50% se repartiría en partes iguales entre fondos para reducir la pobreza en los países en desarrollo y fondos destinados a atajar las consecuencias del cambio climático.

“La imposición de una tasa a las transacciones entre entidades financieras permitiría a los gobiernos disponer de fondos para hacer frente a la crisis sin gravar los presupuestos nacionales, ni pedir un esfuerzo extra a los ciudadanos en forma de impuestos”, concluye Jaime Atienza, responsable de relaciones institucionales de Intermón Oxfam.


Para ver la campaña “The Robin Hood Tax” y el vídeo ir a:
http://www.robinhoodtax.org.uk/

Contacto para Medios de Comunicación:
Intermón Oxfam–Gabinete de Prensa
Marisa Kohan 91 204 67 44 / 699 984 800
mkohan@intermonoxfam.org

Mientras los mercados financieros estén por encima de la política soberana de los pueblos siempre habrá crisis, porque nuestra crisis es su riqueza.


Codorníu.

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14 de febrero de 2010

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Una vez más estamos viendo una avalancha liberal alarmando a la población diciéndole que el sistema de pensiones no es sostenible, que tiene que sufrir cambios profundos…”

Así comienza Vicenc Navarro López su artículo "Una vez más, las pensiones", que podéis leer haciendo clic sobre el título. Su blog es una joya para los que quieran acercarse a los problemas económicos con un espíritu alternativo.

En él, desenmascara de una manera documentada todo eso que nos venden como la única receta que puede salvarnos de una catástrofe cantada.

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El autor nació en Barcelona en 1937. Es Catedrático de Políticas Públicas y de Economía Aplicada en la Universidad Pompeu Fabra, y actualmente también es profesor en la Johns Hopkins University de Baltimore, además de rector emérito de la Universidad Progresista de Verano de Cataluña.

Codorníu.

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9 de febrero de 2010

"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto nos cambiaron todas las preguntas"

....................(Mario Benedetti)

Yo no sé lo que está pasando, pero desconfío. Desconfío sobre todo del pensamiento único para salir de esta crisis que se vende como inevitable; de los tambores que anuncian el fin del mundo: de eso, más que de nada. Desconfío de ese miedo al futuro, que me recuerda lo que se urdió en torno a la gripe A, o la mentira de la guerra de Irak, por citar tan sólo dos ejemplos fabricados con descaro.

Yo no sé que está pasando con las grandes cifras, repito. Pero cuánto más leo, más me enredo; más se me llena la cabeza de análisis sesudos, de números fríos, de pánicos sembrados por economistas con despacho de caoba y largos pasillos silenciosos donde suenan al fondo las suaves melodías de La naranja mecánica.

Y me imagino a estos tipejos tras amplios ventanales de impresionantes panorámicas, las mejores de cada ciudad, precisamente (y eso es básico) desde donde no se ven los cuatro millones de parados. Con secretarias despampanantes (también es básico), que pisan mullidas alfombras persas y les llevan la agenda para que no olviden comer a diario en sus restaurantes favoritos junto a otros elementos como ellos que, en su día, fueron también los "números uno" de cada facultad de Económicas.

Y me parece muy bien que la gente de a pie desconfíe de los que sólo ven como solución los recortes sociales. Y además, me encanta.

Codorníu.

7 de febrero de 2010

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Sé que tardo en actualizar, en comentar,
en corresponder... Pero cuesta tanto seguir
en la brecha tras 42 años de vida laboral...
Que, después del golpe recibido, me estoy
tomando un descanso para encajarlo.

Disculpen.

Codorníu.
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2 de febrero de 2010

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Sin palabras.


Para acceder a una pensión máxima, los parlamentarios sólo precisan de ocho años; el presidente del Gobierno tiene una pensión vitalicia sólo por el mero hecho de serlo, y la mayoría de los presidentes autonómicos también.
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Qué fácil se elaboran leyes cuando no le afectan a uno.
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Codorníu.
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