15 de octubre de 2010

Según los datos estadísticos, los planes de pensiones acumulan una ganancia media del 0,09% en los últimos 12 meses, cuando la inflación actual -en ese mismo periodo- se encuentra en el 2,1%. Sólo hay que hacer la resta para ver que los ilusos que metieron su dinero en el último año en un plan de éstos pierden el 1,2% en términos reales. Aunque, en períodos más largos, el panorama es todavía más desolador: en los últimos tres años pierden el 0,99% anual. Y tendríamos que  remontarnos a 10 años para ver rentabilidades positivas; aunque de carcajada...  sólo ganarían el 0,73%. Conclusión: habrían logrado mucho más comprando bonos del Estado a 10 años, que ofrecen el 4%. 

Para más INRI, está el tema de la liquidez: estos productos sólo se pueden rescatar en caso de paro prolongado o enfermedad grave. O sea, no se puede sacar el dinero con el argumento de que el plan vaya mal. Si a eso unimos las elevadas comisiones y una gestión tan poco acertada, es lógico que los que aún tenían alguna duda hayan huído de estos inventos financieros como de la peste.

La reforma del sistema de pensiones en que está obsesionado el Gobierno continúa suscitando miedo en la gente corriente. El temor a que el modelo actual quiebre en el futuro debería traducirse en una suscripción masiva de planes privados. Pero no es así, porque la rentabilidad conseguida por estos encantadores de serpientes queda lejísimos de la que ofrece hoy la deuda pública o los depósitos.

Y ése es el drama. El drama de los bancos. Un suculento negocio de miles de millones, ahí a sus pies… que no convence a nadie...  De risa.

Y a la vez, qué pena. Porque ya que no hay alternativas, deberíamos defender con uñas y dientes el sistema público de pensiones.

Ahí están los franceses, luchando como en el 68.

A ver si lo consiguen.

Codorníu.

11 de octubre de 2010


En esta década que comienza, más de 400 millones de jóvenes se incorporarán al mercado laboral. La economía global -ese invento de los mercados- se enfrenta con sus propios monstruos: la crisis fiscal, la de la deuda, la de las pensiones… Y la peor de todas: un bajo crecimiento (o un estancamiento) que nos corta los caminos para crear empleo.

No me invento nada. Se pongan como se pongan, el desempleo está muy relacionado con el hecho de que no nos permitan apartarnos a los que ya peinamos canas para dejar sitio a nuestros jóvenes. 


Hoy en día se habla de lo bien que estamos físicamente a los sesenta o sesenta y cinco años. Pero lo que habría que cuestionarse es en qué trama de relaciones laborales se pudre nuestra vida, que hace que una persona a los 60 años esté físicamente perfecta para hacer casi cualquier trabajo, pero llevando en su interior muchas papeletas para sentirse destrozada psicológicamente…  

No me invento nada. A la vista de todos está lo que sostengo. Basta con salir a la calle, ver la crispación de la gente, observar el consumo de alcohol... Ni siquiera es necesario pasar por la farmacia del barrio para que le den a uno las estadísticas mensuales de ventas de prozac y similares. Ni que le den en el Ministerio de Trabajo el registro evolutivo de las bajas por depresión, que seguro que las tienen todas recogidas en un gráfico. 

Somos meros supervivientes en medio de una paradójica situación: la salvación de las entidades financieras está más que garantizada; sin embargo, nadie da un duro por la de quienes han hecho los sacrificios para rescatarlas del desastre que ellas -con su avaricia- han provocado. Todo esto es de locos... Como si en la Antigüedad Clásica, para terminar con la injusticia, se persiguiese con saña a los esclavos.

No me invento nada. Sólo me asombro de que a esto se le siga llamando aún Progreso y Civilización.


Codorníu.

8 de octubre de 2010

Recortes.

En este otoño tan hermoso, el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ha vuelto a insistir desde su púlpito (por enésima vez... ya he perdido la cuenta) en la necesidad de aplicar recortes económicos a la gente corriente por el bien de la salvación del estado del bienestar.

En la mente de todos están esos hachazos que nos van desnudando de progresos y derechos. A la vez que las hojas de los árboles, sentimos como se cae también lo que con tanto esfuerzo hicieron crecer otros en el pasado. Este otoño, el viento seguirá arrancando de nuestras vidas lo que empezó a brotar -radiante de esperanzas- en aquella primavera del siglo XIX.

El señor Ordóñez no desconoce (es imposible) que el salario mínimo que alfombra de hojas los suelos es de 633 euros al mes. Tampoco ignora que muchas personas en nuestro país andan muy cerca de ese suelo. De sobra sabe que, incluso el doble, no deja de ser una miseria... de "privilegiados".

Poca gente puede presumir de haber contado las hojas del árbol salarial del señor gobernador. Tampoco yo sabía de ellas. Pero hoy he leído en el diario "Público" lo que gana, actualmente, en este otoño tan bonito y tan suave. Gana 194.148 euros anuales, que si lo dividimos en catorce partes, nos salen 13.868 euros al mes.

Entre 13.868 y 633, hay por medio un barranco de escalones profundos; veintidós, para ser exacto. Veintidós veces más uno que el otro son una pendiente de esas que dan miedo y escalofríos. Un abismo inmenso, negro, insalvable... que nos separa a nosotros, los que sufrimos los recortes, de ese señor y esa gélida élite dirigente a la que pertenece.

Aunque esto no sería importante si no formara parte del grupo selecto de los que legislan y gobiernan. Eso es lo que es obsceno y, más que grave, gravísimo. Me refiero a que esta clase dirigente goce de emolumentos tan siderales; cuando deberían tener un cinturón muy parecido al de los ciudadanos para que no se les cayese la cara de vergüenza. Para eso y para que se lo pensaran dos veces, cada vez que les sube a la boca esa ácida letanía macabra de apretárselo y apretárselo y apretárselo...

Mientras eso no suceda, los que hacen las leyes y las ejecutan no serán los representantes del pueblo. Al menos por mí parte no serán considerados como tales, mientras gocen de tan privilegiada situación económica, impropia de servidores del Estado.

Por más que lo digan las urnas y nos lo envuelvan todo con un hermoso vestido de seda llamado Democracia.

¿Cómo van a representarnos si no pueden saber lo que sentimos?

Codorníu.


4 de octubre de 2010

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Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran

ahora que aún calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda

aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelva escarcha.

Otoño, Mario Benedetti.

(De “Insomnio y duermevelas”)

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