1 de noviembre de 2016

¿Qué nos queda por hacer?
Tan solo las maletas,
ir a la estación sin ellas,
subir al tren...
y despedirnos 

de nosotros mismos.

Esa es la única práctica, 

si es que hay alguna. 

                              Wei Wu Wei
        

He necesitado décadas para comprender la relación que guarda lo percibido con el testigo; lo que hay entre la imagen en el espejo y el espejo en sí mismo. La mera comprensión por inferencia lleva toda la vida: ahí está Sísifo para atestiguarlo. Pero si lo que se pretende es ir más allá y conocer la realidad cara a cara, como ha de ser (prescindiendo de los conceptos que se interponen, deshaciendo los nudos que trenzaron símbolos sobre símbolos), ya no se le puede poner una fecha al momento final.

Cuando ya tenía una idea de lo que era el camino espiritual, Saleta me cambió el contenido y me fue rellenando por dentro con otros materiales, sin saber ni cuáles ni cuántos ni hasta cuándo. Esto que hizo conmigo se parece mucho a subir sacos de cemento, obrar las rozas, meter los cables, instalar lámparas, bombillas, interruptores, darse de alta en la compañía; resolver imprevistos a ciegas sin saber lo que va a tardar la negra oscuridad en ceder... 

En esta época del año, no solo aparecen por los cajones sus gafas redondas de espejo al ir guardando la ropa de verano... ahora también se me va la tarde por los bares leyendo renglones en servilletas arrugadas y hechas bolitas, que recojo disimuladamente al pie de las barras para completar un puzzle con todas las pistas que Saleta me deja. 
Codorníu.