Todos los papeles que se me adjudicaron, papeles grises, de reencarnado ambivalente, los hice. Nunca protesté ni dejé de subir la bola. Allí -donde mirase-estaba yo, como Sísifo, andando por el arcén de la cuesta que hay dentro de mí mismo, sin pedestales que añadieran un par de metros al maniquí desnudo que integra mi sustancia. Hasta ahora (consciente o no) he coleccionado presentes imperfectos, bocas de mina abandonadas, óleos reblandecidos que bajaban del curso alto haciendo brincar a lo lejos las distancias infinitas de los recuerdos.
A la noche, la negritud del mar lame la desembocadura hasta dar con las cuevas que pintó con los años. Si todavía siento escalofríos cuando el viento suena a través de las oquedades, es porque corre bajo mi piel la vida. Espejos a parte.
A la noche, la negritud del mar lame la desembocadura hasta dar con las cuevas que pintó con los años. Si todavía siento escalofríos cuando el viento suena a través de las oquedades, es porque corre bajo mi piel la vida. Espejos a parte.
Codorníu.