31 de diciembre de 2010

28 de diciembre de 2010

Que nada es lo mismo para nadie es la madre de todas las verdades. Basta detenerse a modo de muestra en lo que nos evoca un día como el de hoy: Los santos inocentes.

Para los creyentes, conmemora una matanza (nunca probada por documento histórico alguno) de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén. 

Podía haberse quedado en una fecha para impedir que caiga en el olvido el castigo injusto. Pero en algunas esferas (supongo cuáles) nada interesadas en dejar asentarse un permanente recordatorio de sus desmanes, le dieron la vuelta a esta tragedia (histórica o no), haciendo de ella una derivada incomprensible: la costumbre de realizar bromas de toda índole; la más popular, un monigote de papel prendido en la espalda de algún descuidado.

A mí este día me trae a la mente la película del mismo nombre dirigida por Mario Camús sobre la novela de Miguel Delibes. Quien la recuerde convendrá conmigo que por desgracia para muchos seres inocentes la vida es todo menos una broma ingenua. Porque inocente es aquel que no teniendo culpa de nada recibe el castigo, mientras los intocables de este sistema de castas en que se ha convertido el mundo “occidental” se van de rositas con sus vacas sagradas. 

Y luego decimos de la India.

Codorníu.

24 de diciembre de 2010

17 de diciembre de 2010


El primer aniversario de la muerte de Saleta quedamos con Xéxpir para ir a Corrubedo. En aquella ocasión, la tarde, siempre silenciosa, se había ido escondiendo tras las rocas y la noche nos había pillado de improviso. Chumpéter, con su alter ego de economista, marchaba todo el camino delante de nosotros, murmurando para sus adentros al amparo de la poca luz de su cigarro. Supongo que –al igual que yo– no podía  soltarse de los recuerdos con que llevaba anudada la garganta: unos recuerdos complementarios, que nos ataban a los tres como reos.  

Xéxpir me preocupaba menos, ya que su salto personal al vacío se había producido con antelación. De los labios de ambos no salía ni la más mínima palabra mientras bajábamos los peldaños naturales de piedra arrancados al acantilado por los temporales. Tampoco yo abrí el pico, pendiente como estaba de cada detalle de sus reacciones. Por eso me di cuenta enseguida que, al llegar abajo y situarse frente al océano, Xéxpir me miró con desolada tristeza. Miró después aquel entorno y, con todo en los ojos, se fue despidiendo en círculo hasta humillar la mirada contra el suelo en un punto de la arena a su costado, como un torero que arroja la montera. En ese momento pude darme cuenta de que las piernas apenas le sostenían y me puse más cerca. Lo supe porque los bajos de sus pantalones, siempre cortos, bailaban. Pasados unos instantes, alzó de nuevo la mirada como si quisiera comprender la muerte de Saleta definitivamente y se marcó una perorata acerca de lo que se ha podido tener a la vista y no se ha visto. Luego calló, en la seguridad de que si pronunciaba una sola frase más, la que fuera, todo habría perdido el sentido cuya vigencia estaba clamando a gritos el corazón común que compartíamos. Fue entonces cuando Chumpéter aprovechó para afearle con aquellos versos de Calderón (“Cuando tan torpe la razón se halla, mejor habla, señor, quien mejor calla”), dando lugar a una  desagradable trifulca cuya réplica me amenaza cada año por estas fechas.

Creo que no había escrito nunca nada acerca de ese día que tuve que separar a Xéxpir y a Chumpéter. Aquella noche fue como si dos toros se adentrasen en el mar, corneándose en mi presencia hasta tal punto que poco les faltó a ambos para ahogarse y ahogarme de paso a mí con ellos. Desde entonces me veo con cada uno por separado, como sabiamente hacía la intuitiva Saleta.


Todo lo que ella y yo pudimos disfrutar antaño tuvo siempre este claroscuro de ambivalencia, que acompaña y a la vez empaña mis recuerdos.


Codorníu.

14 de diciembre de 2010

El New York Times calificó al modelo hipotecario de nuestro país como una “condena de por vida”. El citado medio se sorprendía de los problemas sociales que están provocando el aumento de desahucios y ejecuciones jurídicas de inmuebles. Y es que en USA, cuando ya no se puede seguir pagando, se entrega la vivienda al banco y éste salda la deuda hipotecaria. Punto pelota.

En España sería imposible dar este bandazo jurídico, ya que significaría el colapso bancario. Por una parte, la morosidad –contenida a la fuerza por el encadenamiento medieval de las personas que refleja el chiste- se dispararía. Por otra, dichas entidades no podrían hacer frente a la deuda contraída con los inversores internacionales, que han comprado los títulos basura emitidos sobre esas hipotecas.

En fin, para una vez que estoy de acuerdo con algo que hay en los Estados Unidos (y que la inmensa mayoría de ciudadanos de mi país estarían dispuestos a copiar inmediatamente), resulta que se trata de una misión de imposible aplicación en nuestro caso.

Muy bien. Echemos un dato más a la memoria para cuando los mercados nos vengan con comparaciones acerca de las cosas que les interesan a ellos.

Codorníu.

8 de diciembre de 2010

Ya tenemos, a la vuelta de la esquina, la temida inflación entrando por la única puerta que no se puede cerrar: los alimentos. Una mala noticia para la gente de a pie que de momento no lo vive en toda su crudeza, porque las empresas del ramo están asumiendo las subidas sin repercutirlas por razones de estrategia.

Y no es que sean unos santos... qué va, qué va. Es que temen vender todavía menos si trasladan la subida de las materias primas a los consumidores.

Estamos viviendo, sin darnos apenas cuenta, un proceso larvado de pérdida de poder adquisitivo vía inflación, del que nos iremos enterando gradualmente... de forma lenta. Se trata de un método taimado y cruel, que no nos permite ni siquiera ser conscientes para evitarlo. A este proceso los técnicos lo conocen como la “parábola de la rana hervida”, que traducido al cristiano consiste en que  si a una rana se la echa en una olla con agua muy caliente, pugnará por saltar y escaparse; mientras que si la ponemos en otra con fuego mínimo y vamos aumentando lentamente la intensidad del calor, la rana no percibe el cambio y muere sin poder intentar algo para salvarse.

Los seres humanos reaccionamos de la misma manera si nos aplican una transformación repentina. Por el contrario, nos vamos adaptando si nos saben “colocar” los cambios paulatina e inteligentemente.

Al loro, amigos: ajustes salariales pedaleando cuesta abajo a tumba abierta y precios escalando las paredes de nuestras casas con nocturnidad y alevosía. 


Vaya cóctel.

Codorníu.

4 de diciembre de 2010



Explotamos indignados por la pobre gente, que se iba tan contenta de vacaciones y se las han chafado...

Explotamos indignados por las pérdidas ocasionadas en hoteles, compañías aéreas, restaurantes... 

Explotamos indignados por el daño a la "marca España", a la imagen de nuestro país en el exterior...

Pero no hemos explotado indignados por ese 40% de parados que se van a quedar sin unos míseros 426 euros para sobrevivir sin tener que robar. Ni siquiera hemos hecho el cálculo de cuántos seres humanos son el 40% de todos los parados... ¿Dos millones tal vez? 

. Yo también estoy indignado con esos 2.500 crápulas, que han hecho ese repugnante intento de chantajear al Gobierno. Por eso, y por joder de rebote las vacaciones de mucha gente. 


(Por cierto: ellos, los controladores, no han conseguido poner al Presidente de rodillas como nuestros prestamistas. Obsérvese: todavía hay mucha diferencia entre los gusanos y las serpientes)

No sé si se me nota. Estoy indignado con que la opinión pública no se haya rebotado -de igual manera o más- por lo de los 426 euros de los parados. A fin de cuentas lo de los controladores ha dejado a varios miles de personas sin vacaciones; pero lo de los 426 euros va a dejar a dos millones de personas al borde del hambre. 


Todavía hay diferencia entre la pobre gente y la gente pobre. Estos últimos, está claro que no nos dan la misma pena.

(Ah... y no tengo ningún amigo, ni conozco a nadie, que sea controlador; que conste)
Codorníu.