21 de agosto de 2009

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El último día, antes de morir, nos emborrachamos Saleta y yo en un banco de madera del andén. Eran nuestras últimas horas juntos, y los dos lo sabíamos. Cuando llegó el tren, tuvo que cruzar la vía sin billete, deprisa y corriendo.
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Lo que aconteció -no soy muy de pisar uvas- ya está escrito y contado. Las sorpresas, como su nombre indica, me van atropellando. Digamos que tengo los oídos taponados. Que ni siquiera me llegan los potentes pitidos del maquinista, a pesar de que nací en esta estación, y que Buster keaton (el inexpresivo "Cara de piedra"), es testigo de que en ella he permanecido todos los años de mi vida.
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Si al otro lado de la sala de espera hay una carretera que lleva a un pueblo, o las casas y las calles están aquí mismo, es algo que ignoro. Tampoco sé por qué Saleta, en aquella ocasión, se bajó precisamente en esta parada, y no en otra. Por qué estuvo un tiempo (unos cuantos años) a mi lado, en este banco. O por qué tuvo que cruzar las vías (este día del que hablo) para coger un tren que pasaba en dirección contraria, y marcharse del laberinto sin mí. Dan escalofríos sólo de pensar que también yo tendré que irme de este andén de la misma e inexplicable manera.
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Aquí, todo es así: inexplicable. Como un ir y venir de trenes. Un estar, únicamente, para verlos pasar. Como si ésa fuera la función primordial: ser consciente, darse cuenta, conocer... eso es todo.
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... Ver a algunos (muy pocos) detenerse... luego seguir.
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Codorníu.
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20 comentarios:

FLACA dijo...

Es que la vida es eso, "un ir y venir de trenes", una aventura, un viaje que va o viene, un destino que se cumple en ese andar. Creo que está bueno aprovechar las estaciones.

Nunca había imaginado que el final de Saleta hubiera sido tan cruel y violento.

PIZARR dijo...

Hola Pepe, mi primera visita tras mi vuelta del Mediterraneo.

En medio de ese ir y venir de trenes me encuentro yo en estos momentos de mi vida... Anda un vagón dándome vueltas en la cabeza
y no se que destino seguir.

Acabo de disfrutar un montón recorriendo tus entradas y las tertulias que alrededor de las mismas se han ido formando.

Aún estoy desubicada y no tengo ganas de nada, tan solo de seguir de vacaciones en medio de ese luminoso Mediterraneo.

Un abrazo

FLACA dijo...

Amiga queridísima:
Ojalá puedas subirte a ese vagón, sin dejarlo pasar, y dejarte llevar.Las estaciones están para eso: para bajarse, para esperar y tomarse otro tren.

Me dio una alegría inmensa encontrarte. Y que me perdone Pepe esta intromisión, mercía él ser el primero en responderte.

PIZARR dijo...

jajaja... Flaca, a mi también me ha encantado encontrarte en el mismísimo momento en que pulsaba el intro para enviar el comentario.

Pepe no solo nos perdona por utilizar su espacio para comunicarnos, sino que si anduviese despierto seguro que nos acompañaba.

Un besazo a los dos.

mjromero dijo...

Qué trasiego de llegadas y partidas.
Como tú siempre me respondes hablando del mar hoy me adelanto,
con los barcos o las barcas es distinto, las que más me gustan son los veleros más sencillos, simplemente se dejan llevar por el viento, muy tranquilos y despacio,cuando la mar está mala no los ves porquer no navegan.
Un beso.

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Tal vez porque sea una enamorada de las estaciones, de los trenes donde me sumerjo y olvido,creo que sí nos subimos a los trenes para luego bjarnos y montarnos en otros adí hata la última estación o penúltima ya que la última te sientas a mirar como paran y arrancan sin llevarte a ti. besos sin café aún

TORO SALVAJE dijo...

Las estaciones me transmiten tristeza, desarraigo, separación, sentimientos diciendo adiós, los que se van, los que se quedan...

No me gustan por eso.

Saludos.

mangeles dijo...

A mí me gustaba sentarme en la Estación a verlos pasar, a contar los vagones de los mercancias, y los colores de los que transportaban coches desde la Renault.

Me gustaba el Jefe de Estación con su banderita roja.

Y los que más me gustaban eran el Estrella de Galicia, y el de Gijón, aunque el Salamanca no estaba nada mal.Sueños de viajes al Norte siempre.

Por mi pueblo se iba sólo al Norte, o a la capital, a Madrid...curiosa capacidad de los niños para resumir las cosas. Mi pueblo siempre ha mirado al Norte, a Navacerrada, a la Sierra del Guadarrama, todo hacía el cantábrico.

Besos, Pepe.

Pd. anda mira, lo morenita que viene la Pizzar ehh...

Anónimo dijo...

FLACA:

Tienes que perdonar, este ordenador se me quedó dormido. Ayer noche le encargué que madrugase para ir contestando los comentarios, a sabiendas que allende el océano se vive cabeza abajo; pero el muy "chapa dura" no debió oír los latidos de su despertador y se dio la vuelta para echar el último sueño.

Bueno, no importa. Mejor. Ya está casi aquí la primavera (o el otoño). Abrir la ventana y ver lo primero la estufa de leña, el portátil y mi querida hermana oriental compensa con creces esta falta de puntualidad en mi expediente.

Besos.

Anónimo dijo...

PIZARR:

¡Vaya color que has cogido! Hay cosas que sólo el Mediterráneo sabe hacer darles el punto exacto; el morenito, una de ellas; la luz, esa luz tan azul, otra.

Espero que, con tan buena iluminación, sepas distinguir el vagón correcto, jeje...

Me da que vas a tener un otoño primaveral.

Un beso, amiga.

Anónimo dijo...

ALFARO:

PUERTO = ESTACIÓN.
barco = tren.
viento/vela = combustible.

En el fondo, no sé yo si la verdad verdadera que subyace a esta otra realidad simbólica es tan distinta como pensamos.

Te cambio un tren por un barquito. ¿Hace?

Besos, amiga.

Anónimo dijo...

Mª ÁNGELES C.

En esa última estación, donde te vuelves invisible, donde pasan los trenes y no cargan, ¿habrá cafelito, o eso también tendremos que soñarlo?

Ay, amiga, ¡cómo me redondeas las entradas!

Besos, rubia.

Anónimo dijo...

TORO:

Es cierto. Pero es un precio que hay que pagar por encontrarse, conocerse, juntarse, quererse, arraigarse...

Y luego...

Un abrazo, amigo.

Anónimo dijo...

MANGELES:

Vaya, vaya... o sea que el Jefe de Estación con su banderita roja, ¿eh?
Mira por dónde te llegó a ti la ideología. Curioso, jeje... Nunca lo hubiera sospechado.

Los caminos del Señor son inescrutables.

Ya he visto el morenito de Pizarr. Cuéntale tú el que has cogido en La Paloma junto al humo de los puestos de churros. Que ése también va a misa, como el primero.

Besos, chulapa.

Pilar Álamo dijo...

“Cada tren, cada viaje, cada viajero, pueden ser protagonistas de una historia...y la estación mira como pasan y no vuelven más”
Un abrazo

Anónimo dijo...

MORISOT:

Igual que la luz, cada uno de nosotros tenemos de hecho esa doble naturaleza. A veces somos onda; a veces, partícula. A veces nos toca comportarnos como tren; y a veces, como estación.

Otro para ti.

Anónimo dijo...

No me gustan las despedidas, pero si las estaciones, tienen algo musical en su entraña, son puro ruido, puro trasiego, la de la foto es idílica, pero nada que ver con la estación de Sants.
Besos

Anónimo dijo...

CALMA:

A las estaciones se les saca más partido cuando no se tiene que despedir a nadie, ni cuando se va para partir uno mismo.

Si uno se sienta una mañana para ver el ir y venir de los otros, escuchar los ruidos, etc. es como capta los detalles.

Pero es muy raro que uno vaya a eso.

Besos.

Patricia Angulo dijo...

Pepe qué post!

No sé la cantidad de veces que lo he leído, yendo y viniendo de párrafo en párrafo como si yo fuera un tren y tus frases, fueran estaciones.
La vida es esto Pepe, trenes y estaciones, mal que nos pese.
Y si, la sensación de estación vacía, de pasos perdidos, de último tren, siempre es un desierto en medio de la boca del estómago.
Un inexplicable desierto que seguimos caminando porque si, con la certeza de que un día hemos de tomar ese tren también nosotros.

Las estaciones me gustan especialmente, tienen una nostalgia infinita, son un pasaje o un lugar estanco.
Pero también las sufro.
Besos.

Maria Coca dijo...

Si, la vida es un ir y venir sin saber si vamos o venimos. Una locura de viaje con escalas en las dudas.

Besos, Pepe.