Se ha fundido el halógeno de la entrada. O sea, que no se ve nada por la noche para echar los cerrojos y poner la cadena. Debería tener siempre repuestos de todo porque no sé cuando podré bajar a comprar; de paso, también necesitaría yogures: la gastroenteritis me está dejando bastante débil. En la vida, donde la realidad esencial se ofrece siempre con un lenguaje simbólico, no tendría nada de extraño que las metáforas existenciales saltasen de sus mundos a la cadena humana.
Cuando lo cambie, se lo diré a mi hijo. Cada año que pasa me cuesta más trabajo subirme a la escalera de mano. Además he notado cómo se me acorta la vista y veo peor; tal vez no me gusta lo que veo. Tendría que recoger las gafas en la óptica. Hace poco encargué un par nuevo, las dioptrías avanzan inexorablemente. También necesito un justificante para el trabajo; pero he llamado al ambulatorio y ya no daban cita para hoy. Al parecer, el virus tiene colapsadas las urgencias y su poder invasor llega hasta la atención primaria: el sábado no quedaban yogures naturales en el híper. Magnífico título para una historia de desamor mediterráneo, leída desde la cama.
Afortunadamente, el ruido de la secadora ha parado. Ahora sólo queda otro ruido de fondo: hace tiempo que la tele está puesta en mi casa de forma casi permanente. Mi padre, un anciano muy anciano, pasa el tiempo ante ella intentando no pensar que cada día es el último. Para ello se traga de forma desmedida todos los programas que le sirven a esta causa. La caja hace función de espejo, responde de manera perfecta cuando el objetivo es vivir medio ausente.
Cuando lo cambie, se lo diré a mi hijo. Cada año que pasa me cuesta más trabajo subirme a la escalera de mano. Además he notado cómo se me acorta la vista y veo peor; tal vez no me gusta lo que veo. Tendría que recoger las gafas en la óptica. Hace poco encargué un par nuevo, las dioptrías avanzan inexorablemente. También necesito un justificante para el trabajo; pero he llamado al ambulatorio y ya no daban cita para hoy. Al parecer, el virus tiene colapsadas las urgencias y su poder invasor llega hasta la atención primaria: el sábado no quedaban yogures naturales en el híper. Magnífico título para una historia de desamor mediterráneo, leída desde la cama.
Afortunadamente, el ruido de la secadora ha parado. Ahora sólo queda otro ruido de fondo: hace tiempo que la tele está puesta en mi casa de forma casi permanente. Mi padre, un anciano muy anciano, pasa el tiempo ante ella intentando no pensar que cada día es el último. Para ello se traga de forma desmedida todos los programas que le sirven a esta causa. La caja hace función de espejo, responde de manera perfecta cuando el objetivo es vivir medio ausente.
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En esta sociedad, hay mucha gente que ha renunciado a observar al observador. No son -para nada- ancianos, pero se comportan tal cual: ahí están los índices. Si eso es lo que pretendían algunos en la sombra, vamos camino de obtener unos resultados excelentes. No todo iba a ser catastrofista. Como dice una amiga mía: "No nos pasa nada especial, Pepe, sólo que nos gusta creer que sí"
En esta sociedad, hay mucha gente que ha renunciado a observar al observador. No son -para nada- ancianos, pero se comportan tal cual: ahí están los índices. Si eso es lo que pretendían algunos en la sombra, vamos camino de obtener unos resultados excelentes. No todo iba a ser catastrofista. Como dice una amiga mía: "No nos pasa nada especial, Pepe, sólo que nos gusta creer que sí"
8 comentarios:
Llama a tu hija y cambia rápido el halógeno, no permitas en tu vida ni una noche más a oscuras.
Beso
Irene
El domingo (creo) leí esto que comentabas de tu padre y el televisor. Mi madre es mas jóven que tu padre y hace lo mismo, lo enciende para no sentirse sola.
Por la tarde estaba en un banco de plaza, viendo la vida pasar y pasó ante mi un señor muy anciano y pensé en tu padre y eso que vos habías dicho, que vivía el día como si fuera el último, y me detuve en ese paso cansino hasta que lo perdí de vista.
El invierno es lento y frío, pero algunos de nuestros viejos consiguen acumular una tibieza cercana a la ternura a lo largo de la vida y hacen que el invierno también tenga aroma a manzanas y pan.
Besos
Llego a tu lugar tras saber de tí por arte de azar o por obra del destino. Eso nunca lo sabremos perolo que sí te puedo asegurar es que volveré de nuevo para leerte. Me gusta tu estilo y tu manera de decir más de lo que se dice con las palabras.
Gracias por aparecer en mi Tasca con la marejada.
Besos desde mi orilla.
Ni se te "escurra" cambiar la bombilla moderna esa: así no echarás ni cadenas ni candaos. Total, cada vez te cuesta más subirte(blabla)y no ves(blablabla)... ¡¡Que nooo!! o que sí, vamos: que nos gusta, como dice tu amiga, "creer que pasa" algo; algo especial. ¿Y qué? Tu especial de hoy NO ES grave, sólo remueve tus costumbres: ahora NO TIENES luz en el descansillo, ¡viva el descansillo en penumbras! Que aún no eres "tu anciano padre" que se volvería loco si le apagaran la tele. ¿no????
¿Estás bien Pepe?
Espero que si, te dejo un abrazo.
Me ha llevado de la mano esa sencillez con la que cuentas algo aparentemente anodino, como todo eso que se escribe a diario en nuestros cuadernos de a bordo, y que sin embargo da un pequeño sentido al transcurso de nuestra existencia. Las pequeñas cosas que ocupan nuestros quehaceres cotidianos y que configuran el reducido universo que habitamos, en el que nos movemos y respiramos, en el que también se fraguan nuestros sueños...
Me ha gustado mucho leer lo que has escrito hoy, Pepe.
Un abrazo.
Hola, me ha gustado tu blog. Pasaba por casualidad. Volveré.
Te recuperaste ya? Espero que sí.
Un beso
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