30 de enero de 2014


Un paso a continuación de otro, un día después del anterior y antes del siguiente. Así va jugando su partida al tran tran, sin órdagos; compañero con la vida, que le lleva en volandas año tras año. En su mirada guarda las preguntas que todos nos hicimos cuando niños, cuando jóvenes… Las mismas que no fueron respondidas, que están ahí, que siguen ahí...  en un rincón secreto donde siempre habrá misterios de esos que no se desvanecen ni aunque los interrogues bajo los focos más potentes.

Lo único que ha perdido es algo de oído en este camino de regreso. Pero las voces cotidianas, esos sonidos familiares de siempre ya no necesitan precisión; sobre todo de vuelta, cuando uno busca en los que suben tan solo un eco de lo sembrado por sus labios. Eso le basta para orientar la fuerza de voluntad que tiene, el tesón, la lucha por ser autosuficiente, el afán por dar la mínima guerra posible…

Publiqué en este blog las memorias que escribió a mano, con su letra de autodidacta y sus faltas de ortografía, mientras se recuperaba de aquella fractura de cadera hace ahora cuatro años. Nada sustancial ha cambiado: por sus santas narices, este año pasado continuó saliendo a pasear cerca de una hora todos los días (menos los periodos muy fríos), marchando a un paso difícil de creer en su edad. Un cuerpo guiado por una cabeza que funciona perfectamente; como su ánimo, sus ganas de vivir y sus expectativas de futuro. La gente del entorno se asombra del vocabulario fluido que maneja, no saben que sigue leyendo un libro cada quince días, más o menos.

Dice que no ha sido feliz, si por felicidad se entiende un estado permanente. Dice haber experimentado etapas, momentos importantes, instantes hermosos; según él, los menos. Quizá por eso, rara vez habla de ellos. De ahí el valor de aquellas memorias, donde se fue soltando por escrito, donde sostenía con orgullo que fue a este dolor de la existencia, a este cuesta arriba de la vida, a lo que le debe la supervivencia y lo que le ha ayudado a llegar hasta hoy. Esa ha sido la clave de su larga vida: la resistencia psicológica ante lo adverso.

Y esto no es una sensación subjetiva mía, porque tengo el mejor certificado: la iluminación de sus ojos. Hay vidas tan planas y lineales, tan simples y predecibles, que se enmarcan en un lugar, encuentran un trabajo, se casan o no, y con todo eso siguen y siguen hasta sus últimos días. Ni se imaginan que la existencia de algunos seres con los que se cruzan es más bien lo contrario. Mi padre es uno de estos. Sirva este texto, a muy pocos días ya de su 103 cumpleaños, para homenajear el pulso singular que nos trasladan los latidos de un corazón que vivió la vida por el lado nudoso del tapiz con una serenidad y sencillez encomiables. 

Para él, ya no hay duda de que todo pasó como debía; y, como dice, En el fondo existe una sola certeza: haber vivido. 

Codorníu.

4 comentarios:

carmen jiménez dijo...

¡Qué maravilla poder ver a tu padre y poder leer-os. Se me movió el corazón de sitio. No olvides felicitarle de mi parte y felicidades a ti también por cada día que pasas junto a él.
Abrazos a repartir amigo.

Maria Coca dijo...

Es estupendo saber que tu padre está tan bien. Recuerdo haber leído sus memorias y me encantaron (¿Hace ya cuatro años?). Una vida singular. Y un hijo singular: tú, capaz de exponer con tanta dulzura, sentimiento y delicadeza la realidad de alguien a quien todos queremos aquí. Qué maravilla... Felicidades a ambos!

NaDa dijo...

Qué hermoso homenaje a un ser querido.
Los padres, nuestros referentes, nuestros pilares, nuestra fuerza, nuestro apoyo.
Precioso fado.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Más que nada, me produce emoción ver a tu padre en ese estado de paz y lucidez tan maravillosa.

Recuerdo sus memorias, cuánta vida, y cuanta enseñanza se puede sacar de ellas.

Felicita a don José de mi parte, se que es sobre el 10, así que dale un abrazo enorme y otro para ti Pepe, siempre.