Yo he debido inscribirme en estas olimpiadas de la vida por la especialidad de vallas. Eso al menos es lo que veo delante, nada más comenzar el día: dos o tres vallas a la vista, de improviso. Luego más y más; muchas... un número indefinido de ellas.
Hasta aquí siempre había pensado que las vallas me salían al paso. Que eran mis pies los que corrían, los que marchaban hacia el futuro… Ahora, tras este paréntesis forzado, creo que tal vez estén colocadas ahí desde siempre y quizá sea yo el que me acerco. O para ser más exacto: al que acercan moviendo el suelo cada vez más aprisa. Que se mueva o no el suelo, es importante. Porque este extraño experimento del vivir tiene un gran parecido a subirse en una cinta transportadora. Ya no sé qué pensar, apenas tengo tiempo para eso. Sólo sé que se me echan encima las vallas. Y no es un sueño, ojalá. Puede parecerlo, ya que cada vez es mayor la sensación de descontrol que me queda. En ocasiones retrocedo y aplazo el choque. Pero, algo, un mecanismo que no gobierno me las vuelve a colocar más adelante. Ni siquiera escojo el momento; aunque parezca que lo hago, no elijo.
Lo más desesperante es saltar y saltar en estado de locura permanente. Saltar, incluso, las que se ven esperando a lo lejos. Saberme dirigido hacia ellas y sólo tener en mis manos la esperanza: a ver si detrás de las últimas que diviso, ya está el horizonte limpio y el cielo azul.
Codorníu.
Hasta aquí siempre había pensado que las vallas me salían al paso. Que eran mis pies los que corrían, los que marchaban hacia el futuro… Ahora, tras este paréntesis forzado, creo que tal vez estén colocadas ahí desde siempre y quizá sea yo el que me acerco. O para ser más exacto: al que acercan moviendo el suelo cada vez más aprisa. Que se mueva o no el suelo, es importante. Porque este extraño experimento del vivir tiene un gran parecido a subirse en una cinta transportadora. Ya no sé qué pensar, apenas tengo tiempo para eso. Sólo sé que se me echan encima las vallas. Y no es un sueño, ojalá. Puede parecerlo, ya que cada vez es mayor la sensación de descontrol que me queda. En ocasiones retrocedo y aplazo el choque. Pero, algo, un mecanismo que no gobierno me las vuelve a colocar más adelante. Ni siquiera escojo el momento; aunque parezca que lo hago, no elijo.
Lo más desesperante es saltar y saltar en estado de locura permanente. Saltar, incluso, las que se ven esperando a lo lejos. Saberme dirigido hacia ellas y sólo tener en mis manos la esperanza: a ver si detrás de las últimas que diviso, ya está el horizonte limpio y el cielo azul.
Codorníu.
12 comentarios:
Siempre hay una opción amigo Pepe. Te sientas en el suelo....y cuando llegue la valla...te tumbas y la pasas...
¡Sejoen los que quieren que saltes¡
¡No te rompes la pierna no saltando¡
¡Y en calma y sentado ...y pensando y escribiendo....te llevan...pero eres tú...tú mismo...y tú personalidad¡
¡¡¡CHIMMMMM HAS GANADO¡¡¡
La lucha no siempre es hacer...a veces...es no hacer...
BESOTES AMIGO
pues a saltar, o a galopar, o a lo que podamos (y nos dejen...)
Un abrazo enorme.
Muy bueno, amiga. Pero no se me ocurre cómo puede hacerse eso. A no ser que te refieras al Wu-wei del que hablan los taoístas, un no-hacer interno. Para eso habría previamente que perder ese yo tan hacedor, que en el fondo es el culpable de todo. Yo me he pasado tres décadas intentando aprender la manera de olvidarme de mi mismo. Y creo que, a estas alturas, ya he tirado la toalla.
Perdona, Marisa. El comentario anterior era para Mangeles y al darle a la tecla he visto el tuyo.
Me parece que estás en lo cierto: haremos lo que nos dejen. Qué pena de balsa ingobernable bajando un torrente de montaña.
¡¡¡Nada de andar saltando por ahi!!!...Lo primero es lo primero: CUIDARSE, mucho querido amigo. Nada de hacer tantas locuras de andar haciendo cualquier cosa para alcanzar el horizonte. Te lo digo en secreto: siempre esta ahi para tentarnos, nada mas...jajajaja.
Mañana vendre a leer aqui y a zambullirme en estas aguas que prometen estar muy apetitosas aunque puedan llevarme abajo.
Un abrazo enorme,ya estoy en casa. (¡¡¡TENGO INTERNET!!!)
¡Guau, Flaca! ¡Qué alegría!
Ardo en deseos de leer tu crónica de estas vacaciones, con pelos y detalles.
Bienvenida, amiga.
Bueno, saltar lo que se dice saltar yo salto muy poco pero hay veces que lo que salta dentro de mi me indica que lo he conseguido porque estoy viviendo.
qué música, Pepe... el colofón, tus reflexiones... un besazo
Nunca hay que tirar la toalla, aunque nos sintamos vencidos. La vida es un sinsentido repleto de momentos maravillosos y otros trágicos. Hay que procurar siempre ver la mejor parte, que sin duda existe.
Un besazo Pepe y ánimos!!!! Ya verás que pronto, llegará la primavera. Seguro!!!
Todas las leches que me he pegado han sido por saltar vallas borracho. Si tienes que hacerlo, siempre sereno. Si acaso búscate una pértiga. Y si ves que no, patada y pásalas despacio, por encima, claro. Un abrazo
Una vez describí mi devenir por la vida, como la ascensión de una montaña y el deseo de llegar a su pico más alto para contemplar el cielo desde lo alto, limpio y claro. Pero al llegar a la cima, divisé otra montaña y rodé ladera bajo para volver a subir y así...Así, creo que lo mejor que me queda por hacer es no mirar más allá de mis narices.
Ays, Pepe! Esa cinta transportadora fue una imagen francamente increíble.
Un abrazo grande grande.
Repleto de imágenes tu texto... imágenes que a veces están en mi mente.
Vallas... a veces logro saltarlas... otras me parten al medio o tiran mi cabeza al piso... me reconstruyo como puedo y sigo...
Eso sí, trato de no obsesionarme con lo que vendrá y a veces hasta imagino el horizonte limpio aunque nunca lo está, como mecanismo de defensa seguramente.
Un abrazo, y aunque tardío el deseo de que tengas un maravilloso 2011.
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