23 de marzo de 2010

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Lo contaré como un chiste, aunque no da risa: esto es un ejecutivo de Wall Street que entra en un bar. Se sienta junto a la barra y descubre a su lado, en un taburete y cabizbajo ante un whisky, a un cardenal del Vaticano, con su sotana, solideo y todos los adornos habituales.

“Monseñor, ¿se encuentra bien?”, pregunta el broker al purpurado, que suspira y habla en voz baja: “Regular, hijo, regular. No levantamos cabeza con los casos de pederastia. Cada vez salen más denuncias, y no ha hecho más que empezar. El Santo Padre está desesperado, no sabe qué hacer para salvar la imagen de la Iglesia. Estamos en crisis.”

“¿Crisis?”, responde el ejecutivo, sonriendo. “De eso yo sé mucho. ¡Crisis! Hace un año estaba yo como usted, hundido y pensando que era el final. Y míreme ahora. Tan tranquilo. Si quiere, puedo darle algunos consejillos.” El cardenal se gira y lo toma por los hombros: “Por favor, hijo, cuéntame cómo lo hicisteis.”

“Se lo explicaré con sencillez”, dice el ejecutivo, que saca su blackberry para mostrarle un powerpoint. “Lo primero es dejar claro que se trata de casos aislados, individuales, que nada tienen que ver con el funcionamiento del sistema. Nosotros culpamos a la codicia de unos cuantos; ustedes pueden denunciar la lujuria de unos pocos. Pero que los fieles tengan claro que no hay nada en el sistema católico que favorezca esos abusos. Ni el celibato, ni el secreto, ni las relaciones de dominación, ni la homofobia, nada. Todo es culpa de unos pocos pecadores, manzanas podridas que hay que apartar.”

“Segundo, propósito de enmienda. Ya me entiende. Prometan algo grande, generen expectativas: digan que van a refundar la Iglesia, que han aprendido la lección, que no volverá a pasar.”

“¿Crees que funcionará?”, pregunta el cardenal, con un brillo en los ojos. “Claro, padre. Nosotros ya hemos conseguido que la culpa de la crisis sea de los trabajadores, de sus sueldos, su baja productividad... Si me hace caso, en un año acabarán echando la culpa a los niños, por ir provocando. ¿Pedimos otra copa?”

Artículo de Isaac Rosa, el 20 Mar 2010, en Público.es

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9 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Tremendo.
Demoledor.

Saludos.

Patricia Angulo dijo...

Ay, si dan ganas de ponerse a llorar...

Besos.

mangeles dijo...

Jjajjaja, que grande el banquero jejjejeje ...que HP...más grande...

Muy buena historia, y muy buen artículo del Público.

¡La ironía me encanta¡ No lo puedo evitar. Es el humor que más me gusta.

Y bueno...del fondo y realidad del chiste...que te voy a decir amigo, que tú no sepas....Esta puta vida...

De todas formas, quedémonos con lo bueno...¡quién nos iba a decir, que un día, el Papa pidiera perdón por los abusos practicados durante siglos¡...

Y ya, ni la Iglesia puede librarse del cumplimiento de la Ley de los hombres. ¡Esa es una revolución grandiosa¡


Besos amigo.

Maria Coca dijo...

Increíble pero muy creíble...

Un abrazo, Pepe.

mera dijo...

Tal cual, unos pringados provocadores, eso es lo que somos casi todos. A sobrevivir!!

karina Androvich dijo...

Jajajaja, (mejor reir pa no llorar)Pero qué bien dicho! con esa onda que parece que hay que tener para decir estas cosas, como de cuento... (eso quizás es una ironía)Es que la realidad se vuelve a veces tan estrangulante... en fin.

Aplausos por subirlo.

y que ando más amarilla que una gallina ardida de tiempos jajaja, y torpe! que creo que olvidé saludarte por radio y dar tu blog que me atormento hasta tanto no pueda escuchar la grabación. (Si es así, lo enmendaré)

FLACA dijo...

¡¡¡Aplausos!!!...¡qué yunta!

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

... suena a coña, pero es la cruda realidad.
Me dan asco tantas cosas que no sé por dónde empezar a limpiar, huele todo a podrido y sin embargo hay "brotes verdes" o yo los presiento. ¿Tú crees que el mundo ha mejorado o sigue igual que hace cientos de años/siglos? Una pregunta que me la hago con bastante frecuencia. Me meto en algún libro para buscar respuestas y cuando salgo del paseo me sigo haciendo la misma pregunta.
Un besito de café

Anónimo dijo...

Me repugna este asunto. Suerte de la ironía del artículo.