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Mi estación agoniza. El suelo se endurece bajo la hojarasca, porque ya no aprieta la lluvia y los días transparentes han regresado. Sin embargo, el frío de la calle todavía no se atreve a pasar del felpudo, anunciando todo un interludio entre piezas, como el periodo histórico de Adriano; algo que siempre ayuda a defenderse un poco de la ciudad de cemento en que existimos, a hacerse preguntas, a detenerse al pie de cualquier árbol, a mirar...
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Sólo mirar, dejando que las pupilas otoñales moren en una de esas oquedades para ardillas pelirrojas, atento el oído a esa canción que cantan las ramas cuando llega un golpe suave de aire para recordarlo luego -en las largas horas-, junto a las quejumbres sonoras de la corteza, que sigue desprendiéndose, resquebrajada, casi seca... y entrañablemente desnuda.
La mejor campanada es la que nos recuerda que hay que mirar. Mirar es algo así como estar en una habitación donde, de repente, se acaba de ir la luz; donde no se ve nada, donde no se distingue nada. Pero, donde, poco a poco, te vas dando cuenta de la ventana, la silla, la mesa... Y si me apuras, los papeles que tienes que recoger el lunes, los pasos que (con un sueño inmenso) te sacan por la puerta camino del trabajo...
Los ojos se acostumbran a la penumbra mejor en otoño. Es la mejor lección de esta época del año. A veces (montando la mente-escenario para el espectáculo del día) tienes la mirada, pero te falta distinguir los detalles en la oscuridad. En otras ocasiones, tienes la luz; pero estás con los ojos cerrados, durmiendo despierto. Entonces, el carril de los sueños se convierte en un guión, un croquis, algo que seguir…
...Como faros en el fondo del mar para saber que estuvimos (y estamos) en algún lugar, en algún momento...
Codorníu
La mejor campanada es la que nos recuerda que hay que mirar. Mirar es algo así como estar en una habitación donde, de repente, se acaba de ir la luz; donde no se ve nada, donde no se distingue nada. Pero, donde, poco a poco, te vas dando cuenta de la ventana, la silla, la mesa... Y si me apuras, los papeles que tienes que recoger el lunes, los pasos que (con un sueño inmenso) te sacan por la puerta camino del trabajo...
Los ojos se acostumbran a la penumbra mejor en otoño. Es la mejor lección de esta época del año. A veces (montando la mente-escenario para el espectáculo del día) tienes la mirada, pero te falta distinguir los detalles en la oscuridad. En otras ocasiones, tienes la luz; pero estás con los ojos cerrados, durmiendo despierto. Entonces, el carril de los sueños se convierte en un guión, un croquis, algo que seguir…
...Como faros en el fondo del mar para saber que estuvimos (y estamos) en algún lugar, en algún momento...
Codorníu
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17 comentarios:
tienes el encanto de que antes de irme, te leo un par de veces.
Precioso post, Pepe
buen finde
ah, espero que ya tengas arreglado el ordenata
Llevo toda la semana leyendo tu blog, me he ido contigo a Cuba,he escuchado tu música, he llorado, he reído, y he tenido la sensación de que me habré cruzado contigo muchas veces, en muchas calles de la ciudad en muchos cines, en canciones comunes, en emociones comunes. En fin...He visto, he leído y sé que estoy en este lugar, en este momento. Un placer encontrarte en este inhóspito mundo que ,a veces, nos aloja. Un abrazo
!Ay Pepe! que maravillosa crónica sobre la mirada, si llegas a escribirla hace dos semanas, la hubiera leído en la Uni.
Hablamos una tarde entera de "la mirada" en la literatura y fué billísimo.
Cuabdo te leo, al igual que a algunos/as otros/as de mis más afines, me pregunto como se puede escribir y describir el mundo con tanta sensibilidad y tanto sentimiento.
Yo también pensaba que en algo de eso que tu dices realtivo a la forma de vivir nuestro interior, nos debemos de parecer.
Te envié el correo para que recuperases la dierección perdida, pero no vayas a agobiarte a estas alturas, cuando tengas tu ordenador en forma y en su sitio ya habrá tiempo ¿ vale ?
Al final no tendré más remedio que hablar de aquel viaje a Ucrania, no he podido hacerlo, porque cuando el otro día me vino a la mente por las fotos de Sergei no fuí capaz de encontrar las libretas d ela crónica del viaje. Y es que ese viaje marcó un antes y un después en mi vida, me trasladé incluso de casa y tengo varios baules llenos de ese tipo de cosas.
Bueno Pepe que me ha encantado tu forma de mirar y de ver por la mañana.
Un beso
A mí también me parece BILLISIMO tú escrito...(Pizarr lo flipa)...pero aparte de que me encanta el otoño ....lo que se me ha venido a la cabeza es ¡¡¡¡CUANTO TIEMPO HACE QUE NO ESCUCHO UNA RANA¡¡¡ Dios mío...que pena...en fin....adoro la ciudad..que le vamos hacer.
Besos de finde (sigo leyendo..pero apenas he podido esta semana...el Lentisco ....)
Sensible manera de mirar y hermosísima forma de mostrar el otoño. Me pierdo en esos vericuetos de tus paisajes interiores. Sé que es cierto, que muchas veces vemos muchísimo mejor cuando estamos en lo oscuro, o cuando cerramos los ojos.
"Entonces, el carril de los sueños se convierte en un guión, un croquis, algo que seguir"…
Sé que te encanta el otoño. A mí también me gusta, pero me pone melancólica, como la foto.
Un abrazo desde esta primavera casi verano.
¿Tendré que esperar mucho?
...es por conocer el guión de cómo estar con los ojos cerrados, y dormir despierto...
Pepe, es mi máxima ilusión, soy de naturaleza insomne, no duermo, velo por mis familiares, casi estoy en oferta y un día de estos me ofreceré a mis vecinos griposos...
bueno, fin del cuento...(que no es tan cuento)
besos.
Yo estuve ahí, posando los ojos donde y como vos mirabas.
Sos un guionista de ojos bien abiertos.
Besos
Pepe que nada te haga perder la libertad, andá donde te sientas mas liviano y si querés y tenés ganas avisá dónde estás asi te paso a visitar.
Siempre es un placer leerte.
Besos.
Totalmente de acuerdo con vos, allí estaré bajo la luz de la taberna, entonces, leyendo ficción :)
Mas besos ajajajja!!
Has descrito tan bien ese mirar sin ver que termina poco a poco viendo todos los detalles... No sabía que la mejor luz es la del otoño, tendré que esperar casi un año.
Saludos
La mejor campanada es la que nos recuerda que hay que mirar......
Y nos hacemos los sordos.
Suerte que tengo cerca un Ladrón de Alientos que escribiendo me obliga a hacer altos en el camino.
(y a sonreír...lástima que tengamos que defendernos del cemento, verdad?)
Oiré tus campanadas siempre, Pepe.
Remuacks en 5 4 3 2 1!!!!
(grande...genio de sortilegios)
El poder de la mirada es enorme, como bien describes aquí. Y es así: la mirada confiere realidad a lo que se mira.
Muy bueno. Me encantó, una vez más.
Dicen que en las transparencias se pueden intuir e incluso ver lo que hay más allá. Si las transparencias se refieren a no ser nada, o ser algo que no tiene silueta, o que no dibuja, o que no colorea, tranquilo, sólo es otra forma de la materia.
Las transparencias son necesarias para evitar las condensaciones o densificaciones excesivas de la materia. El aire es transparente y no por eso deja de estar aunque, muchas veces, no se manifieste. A veces el aire se ondula como una cortina y se manifiesta a los ojos sin ser brisa ni viento, sólo, aveces, esa transparencia densa del aire ES.
Bueno, que me lié.
Inuits
Jopeta, después de llevar un rato escribiendo, se me ha borrado.
Pues eso. Decía -ya no va a ser lo mismo- que este fin de semana, Andrés Ibáñez hablaba sobre la oscuridad. Sobre la certeza de ella cuando no está. Cuando todo es luz.
Te odio un poco. Sólo un poco -dije también.
Por cierto. Pasaos por mi blog, leed Egoísa y si os gusta, VOTADME, por favor, os querré siempre.
Me gustan las ardillas pelirrojas y la melodía que se escapa cuando un golpe de viento mece las ramas desnudas de los árboles. Y sobre todo me gusta venir a tu espacio y escuchar a El noi del Poble Sec.
Tú siempre estarás Pepe, siempre...
Llego un poco tarde, pero me paro en tu estación y me dedico a ver aquello que necesito ver...
Besos
Estoy mirando, la vista que estaba empañada se ha ido limpiando.
me quedaré por aquí si e parece. Un abrazo
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