28 de noviembre de 2010

Un sobre grueso y sin remite. Dentro, aquellos renglones en tinta verde y los siete folios incompletos, irregulares. En cuatro de ellos el texto no pasaba de la mitad; algo más había en otros dos, y apenas media cuartilla en el último. Como si el resto de cada uno, guardase el sitio a algo desconocido que habría de escribirse más adelante. Cuidada, eso sí,  la letra; como dibujada por un devoto de las bellas artes. Sin firma. Sin más pistas que el papel de barba tan propio de quien valora el tacto del detalle en sus obras.

Después de comer, mientras Xéxpir trazaba aquellas líneas con ayuda del ProRealTime, volví a darle vueltas a un rostro... algo tan imposible como modelar humo inútilmente.

Decidí no enseñarle la carta. Había tantos datos de los dos que sentí que mi secreto se quedaba sin suelo; como si todo lo que habíamos vivido en aquellos días, no nos perteneciera ya a nosotros.

Sin duda nuestras vidas habían sido observadas igual que dos minúsculas gotas de agua en el portaobjetos de un microscopio. Quien fuera tenía en su mano el poder inmenso de revolverse contra los hechos, interpretarlos, tal vez volverlos a crear de manera caprichosa.

Cimbreando su corola sobre ese prado de tinta verde, quien quiera que fuese se atrevía a colocar -cual llamativas amapolas rojas- comentarios que iban desde las conversaciones apasionadas que Xéxpir hacía sobre los gráficos de octavas, hasta las pausas que yo aprovechaba para expresar mi entusiasmo por regresar a Madrid con él para vivir en la buhardilla de Lavapiés. 

Los papeles de Saleta.
Codorníu.

9 comentarios:

mangeles dijo...

Una carta anónima. Unas cuartillas que cuentan datos....¡que suspense¡...

Saleta debió vivir bonitos momentos en Lavapiés. Seguro.

Un beso Pepe

FLACA dijo...

¡Cómo me hubiera gustado que Saleta fuera mi amiga!... Ya sabés, Pepe, me encantan estas historias tuyas. Si estuviera en el teatro me pararía a aplaudirte con una sonrisa que atravesaría mi rostro de un lado al otro, te aplaudiría más aún (hasta que me ardieran y se me pusieran coloradas las manos), me pondría la mano derecha en el costado izquierdo del pecho y te soplaría mi mejor sonrisa y me saldría del teatro con esa sensación de plenitud. Así me voy ahora de aquí, en este domingo en el que, a pesar de la hora, todavía no almorcé.
Esto es lo tuyo, amigo. Y no pierdo las esperanzas de que algún día algún editor, que no sea yo y tus amigos blogueros te reconozca tu valía. Un fuerte abrazo.

FLACA dijo...

No te lo dije, pero sé que esa valija de papeles de Saleta puede dar hasta el infinito. Sólo basta con que tu quieras,Pepe.Y cuando tú quieres es maravillosos, Un abrazo.

carmen jiménez dijo...

Pues fíjate Pepe, que tu texto me ha recordado lo expuesta que está nuestra intimidad. En relidad basta con alguien malintencionado, como bastaría que el que se crea con el poder en sus manos para cambiar el futuro, no impedirá su imposibilidad de que el pasado no puedan cambiarlo. Es que también me recordó a las cartas póstumas de Chéjov (creo que es) que han salido al mercado como si fueran tomates.
Un beso amigo escritor.

made dijo...

En línea ascendente
Me gustá lo que escribes.
Un saludo

Anónimo dijo...

precioso todo , bellas palabras plasmadas .

bellas letras.
sentimientos.

un beso

Anónimo dijo...

Siempre de Saleta, salen tus letras más bellas querido amigo, ratifico lo que dice la Flaca, sería un hermoso libro.
Abrazo

Maria Coca dijo...

Cuánta dicha entre renglones... cuántos recuerdos sin puntuación posible...

Precioso, Pepe.

PIZARR dijo...

Pues me uno a La Flaca y a Calma y te digo que siempre que escribes sobre estas historias de Saleta me quedo con las ganas de seguir y seguir leyendo.

Un placer inmenso compartir estas letras Pepe

Y un abrazo muy grande confiando en que todo vaya poco a poco mejor.