
Sé que me complico en comprender algo demasiado rápido para mis viejas piernas. Es indiscutible que la vida a este lado del mundo es un absurdo: queremos cambiar, y al mismo tiempo queremos seguir como siempre. Desde el otro hemisferio (cabeza abajo), el río sopla débilmente la suave brisa de un tangó (con tilde) llevado en brazos del candombe. Viglietti, la voz que robó el vellocino de terciopelo, si me oye, mirará para arriba buscando sus tardes perdidas (quiero decir, ganadas) junto a Aníbal Sampayo. Ya saben, el del cielo azul que viaja...
Intento apoyar mis pasos, pero la tierra se deshace. Más allá del portal, sólo veo hojas secas y arbustos. Tras ellos, emboscados, los carritos del híper asoman sus ruedas por debajo.
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No hay sorpresa en mis ojos. Hay dolor. Se me clava en el lagrimal el cinismo inhumano del nuevo socialismo americano de Wall Street que suplica estos días con voz gangosa: "Despierten, tenemos una oferta... no se olviden que están ustedes en el menos malo de los mundos posibles..."
No hay sorpresa en mis ojos. Hay dolor. Se me clava en el lagrimal el cinismo inhumano del nuevo socialismo americano de Wall Street que suplica estos días con voz gangosa: "Despierten, tenemos una oferta... no se olviden que están ustedes en el menos malo de los mundos posibles..."
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Nos acabarán convenciendo de que los seres humanos no existen en el fondo... Que tan sólo era un sueño de los años sesenta... Que los viejos corazones de la Historia eran peces muertos entre los arrecifes, vistos desde un acantilado de cien años... Que hemos perdido un siglo...
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Para salvar la vida me digo: “Ni siquiera las olas se suceden unas a otras. No pienses que los colores del otoño deben su existencia a tus ojos ¿Acaso no te has dado cuenta que tus ojos no son tuyos, sino de los colores del otoño?”
Para salvar la vida me digo: “Ni siquiera las olas se suceden unas a otras. No pienses que los colores del otoño deben su existencia a tus ojos ¿Acaso no te has dado cuenta que tus ojos no son tuyos, sino de los colores del otoño?”
Una lucha terrible...
Codorníu.
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