2 de julio de 2017


«Sentir el "Yo" desnudo, sin atributos, es la salida del laberinto. Por él se entra y por él se sale». 
             (Ramana Maharshi)

En ocasiones, Saleta aparece en una forma distinta a como yo la recuerdo de nuestras andanzas de juventud. Sin embargo, la mayor parte de las veces únicamente siento su presencia con absoluta certeza, aunque a mi alrededor no haya nadie. En estos casos, ella aguarda a que yo diga algo. De sobra sabe que la ando buscando... incluso sabe el motivo...  

- Me cuesta contemplar las experiencias sin juzgarlas. En general, esto no pasa de ser un pensamiento; pero, otras veces, la cosa va más allá y siento cómo me cambia el carácter.
 
- Todo juicio -dijo Saleta- está basado en la creencia de un yo permanente... una persona a los mandos de la experiencia. Pero tal persona separada es absolutamente inexistente. Ten en cuenta que el individuo solo aparenta ser; pero sostiene la creencia en su falsa identidad a base de diferenciarse. ¿Y de qué manera se diferencia?

- No me lo digas -respondí-.  Juzgando a diestro y siniestro.

- Así es. Fíjate en los niños y adolescentes. Construyen su identidad por diferenciación. En algunos casos se vuelven tan estrictos que rayan la crueldad y al final no conocen otra forma de ver el mundo. Sin embargo, hay a su disposición otra manera de ser: por inclusión. Ese camino es el bueno.
  
A partir de ahí estuvimos un buen rato en silencio, sentados en uno de los bancos solitarios del Retiro donde nos hemos encontrado otras veces sin habernos citado previamente. Cualquiera que nos mire no verá dos personas. 

Al levantarme para volver a casa, fui consciente de que llovía. Me giré un instante y eché una mirada de reojo al espacio seco que mi cuerpo había dejado en el asiento. El resto del banco estaba vacío y humedecido por los goterones... 

Me permití el lujo de decir en voz alta:

- Cuando juzgo, incluso me olvido de ti. Y mira que no hay nada que desee más en la vida que estar contigo para siempre. 

- Di más bien que cuando juzgas pasas por alto tu verdadera identidad. En realidad, yo nunca dejo de estar presente.

Supongo que Saleta no quiso añadir nada más sobre esto último. O si lo hizo, no la oí, porque tenía la atención puesta en el aguacero. 

Bajando ya a toda prisa por la cuesta Moyano, calado como una sopa, me refugié de la lluvia delante de la única caseta con toldo. Un breve puñado de monosílabas atraparon mi atención nada más llegar. Se apiñaban ante mí en la portada de un libro formando el título: «Yo-sé-que-yo-soy». 

Las palabras son símbolos, solo el significado profundo de lo que transmiten es cierto. A pesar de que son ilusorias, de ellas sale una campanada: su verdadero significado.

En ese momento, supe que los dos estábamos mirando lo mismo.

Codorníu.

1 comentario:

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Con mi primer café te leo y me preocupo pues es un poco como si me estuviera leyéndome a mí misma, aunque yo voy un poco más allá pues esto que está creciendo a mi alrededor no me gusta, lo juzgo y no hago nada por cambiarlo. Es más, trato de ignorarlo por el rechazo que supone a mi sentir.
El mundo cambia y para mal y con él me arrastra a mí y cuando me levanto, miro a ver si queda algo de mi sombra de ayer.
Vamos a tomar otro café, es malo como siempre tal vez es lo único que permanece.
Un abrazo enorme