En el año 1930, después de estar un tiempo sin empleo, me salió un trabajo en la cervecería Vinces, esquina a la Glorieta Bilbao. Se trataba de un local muy especial que se prestaba mucho para los encuentros "fortuitos" de parejas, ya que hasta allí venían muchos “peces gordos” por un lado, y mujeres que entraban antes de ir al mercado, por otro. En los alrededores, había varias casas de citas, donde terminaban a la postre estas cuitas, y ellas se iban a la compra con el dinero que habían conseguido de unos inocentes cafés de mostrador. Eran momentos muy duros: mucha gente sin trabajo, mujeres que iban a las tiendas para que les fiaran... En fin... estamos hablando de hambre. Al final de mes, la que podía, pagaba, y la que no podía, seguía debiendo hasta el mes siguiente. Maldita miseria.
En el plano personal, yo estaba bien; fueron mis mejores tiempos, los más felices. Le cogí mucho cariño a aquel barrio y lo seguí frecuentando pasados los años. Digo que estaba bien; aunque trabajaba un montón de horas extras que, el dueño, un jefazo de los tranvías de Madrid, jamás me quería pagar. Tendría entonces, cuando empecé, unos diecinueve años recién cumplidos.
Cuando junté algunos ahorros, encargué un traje a medida en una sastrería que se llamaba “Casa Ligero”, próxima a la Fuentecilla. Allí elegí una tela tan buena que no se terminó nunca; aunque también hay que decir que yo siempre fui muy cuidadoso con la ropa. En aquellos tiempos me costó 75 pesetas, una fortuna. Pasados los años, decidí teñirlo de azul marino para que me aguantase durante otra larga temporada. Entonces se vivía de otra manera.
Después del trabajo, me pasaba siempre por el bar Ideal, esquina a la calle del Pez y jugaba una partida al billar, donde si perdías, pagabas 60 céntimos (de peseta); aunque yo jugaba bien y pocas veces pagaba.
(No quiero pecar de presumido, pero he tenido un nivel bastante alto con el taco en la mano. Incluso a mis noventa años, intentaron impedirme la entrada en un Centro de Día para jubilados por envidia, porque ganaba siempre a los de sesenta y setenta; pero eso es como quien dice ayer: dejemos el pasado reciente, que no es el caso)
En el año 1931 se proclamó la República. Aquello fue una auténtica explosión de euforia. La gente se volvió loca de contenta: los coches con banderas, unas para un lado, otras para el otro; chillando, gritando, cantando… El pueblo enganchaba los tranvías a las estatuas y las tiraban al suelo. Sobre todo recuerdo una: la de la plaza Mayor de Madrid. Eso lo presencié en directo. Se trataba del rey Felipe III a caballo.
En la cervecería Vinces estuve seis años, una enormidad comparado con los anteriores empleos. Sin embargo, al igual que en los otros trabajos, también llegamos un buen día y nos encontramos con los cierres echados. La precariedad parecía una constante, una maldición. Aunque algo había cambiado para entonces: como ya se había proclamado la República, denuncié al propietario. Fuimos otro compañero y yo los que nos atrevimos; pero este chico no se sabía defender y tuve que hacerlo yo solo. De testigos citamos al resto de camareros y al encargado. Hasta el juicio no supe con seguridad de qué lado estaban. Hablé con ellos antes, y al final dijeron la verdad. La vista se celebró en el Jurado mixto de la Plaza Bilbao. Me preguntaron qué abogado quería que me representara. A pesar de mi edad, contesté que no necesitaba a nadie, que con la verdad me defendía yo solo. Gané el juicio y el dueño fue condenado a pagarme 900 pesetas en concepto de horas extraordinarias. Entonces eso era mucho dinero. Sin embargo, lo más importante es que por vez primera vi como empezaba a ponerse freno a tanto atropello. Esto se lo tengo que agradecer a los partidos que trajeron la República, ya que con los que había antes, los monárquicos, nada de aquello hubiera sido posible.
Pepe, padre (Memorias, capítulo 4º)
La imagen es de Manola Roig, http://vidapervida.blogspot.com/
10 comentarios:
Además de todo lo demás, valiente. No quiero imaginar lo que tuvo que pasar hasta llegar a ese final feliz. Todo un ejemplo a seguir.
Qué distinto todo ahora, donde en los juzgados sólo se respira incertidumbre, donde la verdad, sirve de poco, que me lo digan a mi, que después de seis años de un padre abandonar a su hija en todos los aspectos, también el económico, el fiscal dice que no hay delito,que yo la puedo mantener, archiva el expediente sin tan siquiera notificarlo a mi abogada, ni a mi; pero en ello sigo, no se va a ir de rositas este elemento, lucharé hasta que no me quede una gota de sangre en el cuerpo. ¡Viva la República!
Un abrazo D. José (y otro para ti).
Cuánto tenemos que aprender de hombres como usted pepe, y de su entereza para vivir cada día.un abrazo
Tiempos inciertos para denunciar a un patrón es todo un gesto de integridad, justicia y valentía.
Joo...con dos pelotas...y Don José...en la Calle del Pez, en la Plaza Carlos Cambronero...vivió mi tía durante ...ufff....40 o 50 años...una buhardilla con taza de wc pero sin baño ni cucha...ni por supuesto ...ascensor.....
juer que recuerdos de la calle el Pez....vertical a Fuencarral....y cercana a San Bernardo..
Me está contando el Madrid que mejor conocí en mi niñez...MILES DDE AÑOS DESPUES jjeej de esos años 30
Un besazo...y siga, siga..que yo sigo, sigo por aqui....
Pd. Un besito para el Pepe, que nunca para el PP
Hombre valiente por lo que leo.
Espero seguir cerca:
Un abrazo desde galicia
Mi primer día de vacaciones. Me permito el lujo de estar leyendo tranquilamente a la 1 de la madrugada sin prisas por irme a dormir porque mañana tenga que ir a trabajar. ¡Qué lujo! ¿Cuál, el no ir a trabajar? Nooo, el poder estar leyendo las memorias de tu padre, un señor que conozco y que me encanta que pueda transmitirme una historia real con un protagonista real de un siglo de vivencias. Lo estás haciendo muy bien Pepe. La parte emocional que tiene que haber entre padre e hijo al contar y escribir tiene que ser muy bonita.¡Disfrútala!
Me acabo de quedar abraiado al leer el blog. Lo he leído de un tirón.
Daría lo que fuera por poder haber hecho lo mismo con las memorias de mi padre (tres años de mili en el Ferrol de la Postguerra), o el Padriño Manuel (testigo de la batalla del Ebro, de Madrid, de Teruel, etc).
No descanses, y sigue publicando (lo más rápido posible). Lo estamos esperando.
Estem molt contestes que la nostra donueta republicana estiga ací.
Estamos contentas que nuestra "donueta" os acompañe.
Yo sigo boquiabierta. Don José, no sé si se imagina el valor de esotos relatos para nosotros.
Pepe, no dejes de escribir.
Gracias amigo por el aliento que siempre me das. Me gusta verte así, podría decirse que contento.
En estos días te escribiré, aunque mañana me voy a La Floresta y allí no tengo internet.Que tengan una linda semana de Turismo, o Criolla o Santa,como le decimos aquí. Un abrazo a los dos.
un placer regresar y más si leo uno de mis temas favoritos... un beso muy muy grande
Publicar un comentario