La habitación es muy sencilla. Individual, limpia, con un ventanal muy luminoso desde el que se ven pasar los coches de la autovía.
A diario, salgo de trabajar y voy a verle; a estar con él, por si necesita algo. Porque hablar, lo que es hablar, apenas dice nada. Esta vez ha tenido suerte. Había sacado el billete para el gran viaje, pero se lo han descambiado en el último momento.
Así he pasado ocho días, al lado de su cama, con el corazón en un puño. Todavía es pronto para valorar las secuelas de lo sucedido. Tampoco hoy le han dado el alta los médicos. Una de ellos, que parece la jefa de Psiquiatría, no se siente segura. La comprendo. En su caso, otro estaría subiéndose por las paredes. Pero Chumpéter, no. Hay algo en su mirada que me recuerda a los presos que no quieren salir de la cárcel. Tampoco ha hecho caso del libro de Carlo Lucarelli que le dejé ayer. Almost blue es una joya, le dije. Ha recuperado a muchos como tú.
Por toda respuesta, al cabo de un rato exclamó sin mirarme: Hazme caso, Pepe, mejor pobre, que solo.
-Tú no estás solo, estoy yo -le contesté tajante y convencido.
Pero mis palabras le entran por un oído y le salen por otro. Como aves migratorias, van hacia el cuarto de baño camino de la taza. Me anticipo corriendo; por fortuna, son lentas.
A diario, salgo de trabajar y voy a verle; a estar con él, por si necesita algo. Porque hablar, lo que es hablar, apenas dice nada. Esta vez ha tenido suerte. Había sacado el billete para el gran viaje, pero se lo han descambiado en el último momento.
Así he pasado ocho días, al lado de su cama, con el corazón en un puño. Todavía es pronto para valorar las secuelas de lo sucedido. Tampoco hoy le han dado el alta los médicos. Una de ellos, que parece la jefa de Psiquiatría, no se siente segura. La comprendo. En su caso, otro estaría subiéndose por las paredes. Pero Chumpéter, no. Hay algo en su mirada que me recuerda a los presos que no quieren salir de la cárcel. Tampoco ha hecho caso del libro de Carlo Lucarelli que le dejé ayer. Almost blue es una joya, le dije. Ha recuperado a muchos como tú.
Por toda respuesta, al cabo de un rato exclamó sin mirarme: Hazme caso, Pepe, mejor pobre, que solo.
-Tú no estás solo, estoy yo -le contesté tajante y convencido.
Pero mis palabras le entran por un oído y le salen por otro. Como aves migratorias, van hacia el cuarto de baño camino de la taza. Me anticipo corriendo; por fortuna, son lentas.
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Bajo la tapa; pongo el tapón del lavabo, del bidé; repaso cualquier agujero.
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Cuando se cansan de buscar, regresan al lado de Chumpéter, y suplican ser admitidas. Se deshacen en carantoñas por encima de su cabeza como aureolas de humo. Es lo último que veo antes de salir de la habitación.
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Codorníu.
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21 comentarios:
Entiendo lo que dice.
Es muy duro estar solo, y es que hay soledades irreductibles.
Ojalá admita tus palabras.
Y que aplace el gran viaje.
Saludos.
Es lo bueno de algunas palabras que viven a su antojo, entran, salen regresan, se escapan, van de un oído a otro...
pero siempre están ahí.
Un abrazo.
Veo que se las tomó todas. ¡Qué triste!...
Pepe, esta narración es impresionante. Al principio ni siquiera la relacioné con el relato anterior, pensé que estábamos en la vida real, no en la ficción.
Es muy grande tu poder de observación y tu sensibilidad para captar los sentimientos de dolor y soledad. También mostrás muy bien el sufrimiento del otro, del que acompaña, del que quiere alentar pero siente que todos sus esfuerzos rebotan, del que tiene la esperanza en un puño y espera casi con desesperación un mínimo gesto positivo del paciente o del médico. Los que hemos estado, como Codorníu "con el corazón en un puño", en habitaciones como ésa acompañando a algún ser querido en situaciones difíciles y dolorosas como ésas, en donde se juega la vida y la muerte, sabemos de qué estás hablando.
Me impactó mucho todo, también la belleza con que narrás la situación.
Te mando un saludote afectuoso de domingo.
¡¡¡Lo superará¡¡¡. Se las tomó. Pero está aquí. Puede con ello. Le podrá el instinto de supervicencia de los buenos rojeras...seguro...
Besos Pepe.
Estuve muy tonta; seguramente estaría medio dormida. Sé, absolutamente, totalmente convencida, que nada hay más real que la literatura.
Pepe, qué bien leerte...Me engancho a tus palabras como a tabla de naúfrago.un beso corazón.
Me alegro por él. Aún tiene una oportunidad y te tiene a tí. Eso de que las palabras corren en busca de agujeros para escapar es genial.
Un beso.
Yo he tapado muchos agujeros. Y lo último que veía al salir de la habitación o al colgar un teléfono era cómo se iban cerrando también los oídos. Mi esperanza siempre fue que las palabras quedaran dentro antes de cerrarse hasta la próxima visita.
Me desgarran tantas palabras que buscan su verdadero lugar y no lo encuentran.
Un beso grande
Un beso Pepe...
La soledad pesa como una losa. Y nos enlosa.
Ojalá escuche tus palabras. Y que ellas le devuelvan la sonrisa.
Besosss
... La parte final es maravillosa, como está narrada,y lo que encierra en sus escondites
Besillos con sabor a vino de moscatel (está muy rico, yo le llamo vinillo de misa, ya sabes, la cabra tirando al monte siempre)
Tus palabras siempre son bienvenidas...
Un beso, ladrón de alientos.
Hablando de vinos,¿nunca más va a aparecer ese alvariño que creo que nunca probé?
Hablando de vinos,¿nunca más va a aparecer ese alvariño que creo que nunca probé?
Qué vergüenza, el comentario me salió publicado tres veces por apretar más de una vez impacientemente el botoncito de "publicar". Pude eliminar un comentario de los repetidos, pero los otros no. De todas formas, tanto hablar del alvariño, creo que estaría mereciendo una botellita para probar. Si es como el vino blanco dulce casero fermentado al sol que hace mi tío Luis, entonces será como la ambrosía.
FLACA,
Estoy seguro que puedes encontrar albariño en Montevideo. No sé como será de grande la colonia de gallegos (de Galicia) en Uruguay; pero si en Buenos Aires los hay a montones, alguno se habrá cruzado de este lado del río precioso.
Ya indagaré.
Un beso
(No te preocupes, las repeticiones también le ponen su gracia a los comentarios)
Pues yo de acuerdo con Flaca en todo... jajaja... como ella conmigo...
Y es que en su primer comentario te dice todo cuanto al leer este pedacito de vida real y leteraria, pensaba decirte.
Y sin leer aún los comentarios, he pensado que estábamos en la vida real... ya ves... es que llega un momento en que en mi cabeza estan los personajes reales y los literarios a modo de cocktail explosivo.
!Que precioso final Pepe !
Un abrazo grande
Como ves, volví. Sé que algún día probaré ese alvariño, tal vez lo consiga.Si no, seguiré creyendo que es tal cual el vino casero que hace mi tío.
Pero, en realidad, pasé a leer de nuevo.Parece que conociera esa habitación.
Vaya paradoja, siempre me encuentro, en sus textos, paradójicamente, una paradogia... No debe de ser casualidad. Paradójico, tal vez. A no ser que vaya de juanramonjiménez a la inversa. Todo se envuelve, hasta el tropo.
Saludos.
Luego de leer este texto maravilloso, y leyendo los comentarios de tus lectores amigos, sentí que la soledad es un pedazo de cielo que puede teñirse del color de una mirada, de una sonrisa a distancia, de un vino compartido en la ilusión, que cuando alguien nos piensa, y nos lo dice, estamos menos solos.
Un abrazo Pepe, ojalá Chumpéter lea ese libro y se deje envolver por las palabras.
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