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Al encender la lámpara de la mesilla de noche, Chumpéter vuelve a ver el mismo cuadro a los pies de la cama según lo dejó ella: un paisaje de nubes bajas, como un mantel tapando el agua; ocultando a la vista las barcas, los detalles. Se trata de un regalo que se hizo a sí misma, la isla de Alcatraz, colocado a bocajarro para despertarse cada mañana con esa visión simbólica de la existencia.
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Cada cosa en la casa sigue en el mismo sitio, él no ha cambiado nada. A fin de cuentas, esa pintura es una de las pocas referencias que mantienen a raya las pesadillas. Los psicólogos sabrán por qué unas cosas son así, y funcionan; y otras no.
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Cuando suena su risa –todas las noches suena–, el dolor del recuerdo le hace pegar un bote y sentarse en la cama. Varias manos le dan vueltas y vueltas en un sueño del que tiene que escapar angustiado, con aquellos ojos perdidos de loco, temiendo despeñarse por los tejados de un híper al que se ha subido para escapar. Al final, cuando para la risa, cree caerse por un patio de luces, donde se estampa sobre los estantes de desodorantes, detergentes y pastillas para el lavavajillas.
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Cuando suena su risa –todas las noches suena–, el dolor del recuerdo le hace pegar un bote y sentarse en la cama. Varias manos le dan vueltas y vueltas en un sueño del que tiene que escapar angustiado, con aquellos ojos perdidos de loco, temiendo despeñarse por los tejados de un híper al que se ha subido para escapar. Al final, cuando para la risa, cree caerse por un patio de luces, donde se estampa sobre los estantes de desodorantes, detergentes y pastillas para el lavavajillas.
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La cadena de ruidos, al desparramarse todo por el suelo, le sobresalta escalonadamente. Acto seguido –se lo conoce de memoria–, viene el mismo monólogo interior y los mismos reproches. Chumpéter rumia y rumia que esa noche tenía que haberla sacado de allí a tiempo, que estaba convencido que tarde o temprano pasaría, que hasta eso tuvo que salir mal...
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Como cada madrugada, saca la libreta que le hizo comprar el psicólogo, y comienza a escribir otro sueño: «La gallina ciega, título para una pesadilla» La escena, en principio apacible, incluso bella, transcurre siempre frente a una isla envuelta en bruma, tan lejos, tan distinto todo de estos descampados donde farolas violáceas parpadean a punto de apagarse. Los rumores de voces, que salen de alguna barca de modestos contrabandistas de cartones de winston, son meras sirenas que cantan en su imaginación entre los chapoteos de algún pez y los murmullos de las corrientes. Pero eso dura poco. Cuando la bruma se disipa, aparece su rostro, su risa, su mirada.
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En esta ocasión, como en otras, saca del cajón las pastillas. Cada vez que despierta asustado, palpa el vaso con agua. A punto de tirarlo, piensa en el esfuerzo que tiene que hacer cada noche para seguir viviendo. La alfombra acalla el choque del frasco al escurrirse entre sus dedos. La sonrisa que tenía Saleta –allí tumbada en el tresillo cutre del almacén de la taberna– aparece en su mente en cuanto baja la guardia a la menor torpeza. Todo ha llegado a ser tan automático, tan infalible... como la tomenta de esa noche, siempre entrando puntual por la misma ventana del cuadro. Los montones de olvidos, apilados con tanto trabajo, se han deshecho en segundos.
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Deja la libreta en la mesilla; sabe que no lo ha contado todo, que el frasco sigue en el suelo, junto a las zapatillas. Con un hilo de voz, repite «No puedo más, no puedo»; pero eso no lo escribe. Ni lo que viene luego. Por fin estira un brazo, falla; pero lo coge a la segunda y, lentamente, desenrosca la tapa...
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Codorníu.
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17 comentarios:
Ay ese "no puedo más"...cuántas veces nos visita...Te abrazo querido amigo
Qué bien descrito está ese despertarse en medio de la noche y del dolor...
Un beso.
Saldrá adelante...pasaran noches, y noches, y luego...la bruma subirá ...y Chumpéter tendrá que vivir de nuevo.
Precioso texto Pepe
Lo has fotografíado. Mejor incluso.
Cuánto dolor oculto a nuestros ojos.
Saludos.
No se si dolor oculto, como dice Toro, o mejor cuanto dolor expuesto a los ojos de los demás por tanta gente.
Lo que me ha llegado al fondo son esos montones de olvidos, apilados con tanto trabajo en las entretelas de nuestro cerebro y que de pronto,se deshacen en segundos.
!Cuanto me gustan estas vidas que describes de Saleta y de Chúmpeter!
Me parece ya conocerles, habermélos cruzado en algún pueblecito da costa da morte.
Un abrazo Pepe
Yo con Pizarr estoy siempre en un todo de acuerdo. Cuánta sensibilidad y humilde y sencilla maestría la tuya, querido amigo, para describir tanto dolor.
Me encantan estas historias de Saleta y Chumpéter e ir reconstruyéndolas. ¡Pobre Chumpéter!... Como diríamos por aquí, esa Saleta le cagó la vida.
Si pasás por lo del Tata, te va a gustar.
Un abrazo.
Olvidé lo principal: esperaré con ansias el próximo capítulo,pero ojalá que Chumpéter no se tome todas las pastillas.
Buenos días, cuore... cada vez que vuelvo de Valladolid me traigo conmigo esas sensaciones de soledad, incomunicación. La existencia de algunos seres humanos se me antoja tan gris... esas nubes plúmbeas que acechan en las noches que no tienen fin... Vengo tocada por la soledad de mi madre con lo que me identifico plenamente con este texto.
besotes
Justo así es "ese no puedo más, no puedo"...y luego desenroscamos la tapa, tragamos los recuerdos de golpe y esperamos que se vayan disolviendo poco a poco, trago a trago, hasta que la luz los engulle y nos da una tregua hasta la noche siguiente.
Un abrazo a Chumpéter y otro para ti.
La frase central es ese "No puedo más, no puedo" que por los comentarios anteriores has sabido retratar tambien en tu escrito.
Sin embargo amanece y seguimos en la brecha, seguimos adelante, la fuerza de la supervivenvia suele ayudarnos.
Un beso.
Todoslos que me preceden en el comentario coinciden con lo que me sugiere el texto: Describes el dolor, lo conoces y sabes transmitirlo.
Un abrazo
Anoche he leído todos los relatos de un saque, creo que ya los había leído todos excepto uno.Son maravillosos. Y es maravilloso también eso de moverme por ellos como por terreno conocido.
Saleta, cuando se llamaba con su otro nombre, también sigue siendo un misterio casi indescifrable. Cuánto dolor en esas vidas.Me gusta seguir asomándome al abismo de esas existencias.
Un relato intimista, plagado de sensaciones que tocan al lector. Sabes? Al final siempre se hace del no poder un querer.
Besosss
Veras la factura a Endesa que va pagar el Carpenchute, dejándose la lámpara encendida tanto tiempo...luego que si el cambio climático, que si el ahorro energético...en fin....
Un beso de viernes
Carpenchute=Chumpéter en francés castizo...
Traducción simultánea para maestros: ¡¡Queremos post nuevo¡¡
Besos de sábado
Me ha estremecido el relato, pienso ¿cuantos Chumpéter se hallan en este mismo momento sumidos en la tristeza de darse cuenta que su soledad no tendrá alivio? Lo pienso por que la soledad es inclemente y no tiene piedad.
Un abrazo.
Me río mucho siempre con Mangeles y con su humor y su fuerza para espantar el bajón.
Se te extraña por el ciber espacio.
Un abrazo.
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