29 de marzo de 2010

Se acerca el Día del Libro, y a veces no sabemos muy bien qué regalar. Entre adultos es menor el problema. Pero los críos no tienen por qué recibir regalos que supongan una oportunidad perdida. La edad ideal para introducir los clásicos universales es a partir de los once años: La isla del tesoro, Veinte mil leguas de viaje submarino, El hombre invisible, Alicia en el país de las maravillas, Colmillo blanco, Robinson Crusoe, Los viajes de Gulliver

Si nuestros preadolescentes lograsen enganchar con estos títulos, serían asiduos lectores para el futuro.

Además de los libros de siempre, también disfrutarían leyendo Ben quiere a Anna, de Meter Härtling, una novela donde se plasma de manera magistral el auténtico deslumbramiento por la vida, que ocurre más o menos a esa edad. Se encuentra en Alfaguara, al igual que Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, una genialidad de Christine Nöstlinger, que propone una historia tan absurda como divertida y llena de ternura. También en la misma editorial se encuentran bastantes títulos de Roal Dahl. Entre otros, el conocido Charlie y la fábrica de chocolate; aunque bien se podría aconsejar toda la obra de este autor.

En el catálogo de Siruela hay dos títulos fantásticos: El perro que corría hacia una estrella, de Henning Mankell; una narración poética, inteligente y comprometida sobre un joven cuyo retrato no será fácil borrar de nuestra memoria. Y Kafka y la muñeca viajera, de Jordi Sierra i Fabra; un viaje al corazón juvenil, a la inocencia y a la veracidad de los sentimientos.

La aventura es un tema predilecto a esta edad, que ayuda a descubrir el placer lector. De este género, sería una buena elección cualquiera de estos tres: Ronja, la hija del bandolero, editada por Juventud; un relato fantástico de Astrid Lindaren; un canto a la naturaleza, la tolerancia y la amistad. Carta al rey, de Tonke Dragt, en Siruela, que reúne un montón de historias en un mundo lleno de reinos y lugares imaginarios; y que a pesar de tener cerca de 400 páginas, no se hace larga en absoluto. El señor de los ladrones, de Cornelia Funke, en Destino, otro libro muy interesante, con mucha acción e intriga, que engancha desde el principio; aunque también es un volumen extenso.

Otra buena opción para los lectores más avanzados es el misterio y el terror, siempre eligiendo títulos de calidad. Los escarabajos vuelan al atardecer, de Maria Gripe, es una apasionante novela de intriga y misterio plagada de aventuras insólitas, descubrimientos desconcertantes y un final del todo inesperado. Está editada en SM. Cuando de noche llaman a la puerta, de Xavier P. Docampo, es un libro editado por Anaya que se hace corto. Está formado por cuatro relatos -en la más pura tradición del cuento oral-, en los que la vida de los personajes acabará convirtiéndose en pesadilla. Por último, es muy recomendable El misterio de la isla Tökland, de Joan Manuel Gisbert, editado por Espasa Calpe. Este título es un magnífico volumen lleno de momentos de inquietud y tensión; y una apuesta segura que, sin duda, gustará a todos los amantes de este género.

Codorníu. Literatura infantil a partir de 11 años.

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25 de marzo de 2010

...En el comienzo de las vacaciones de Semana Santa siento siempre el placer de ocultarme tras la utopía de lo inesperado. Es una treta para espantar fantasmas, que aprendí en la mirada de una de esas cajeras de rostros evasivos. Sé que los hombres de hoy caminamos solos; atravesamos en soledad la desértica rutina cotidiana; y solos morimos. La noche nos devuelve -corregidas- las culpas rechazadas por el día, en un intento rencoroso de acompañar nuestro presente de primaveras imperfectas.

Al volver (o al partir), el tiempo me coloca la máscara adecuada sin que yo se lo pida. Mi deseo soñado está tan lejos del suelo, que temo que se rompan los hilos que bajan desde lo inalcanzable y mi figura deje de dar paseos por la raya horizontal que a todos nos soporta.

No salgo de viaje en busca de las Ítacas porque no puedo. Mi pecho, yo, el verdadero, cocinará literatura mezclando extravagancias de la vida secreta, la privada, la íntima... como un niño que jugase con palos, cuerdas, trapos y cajas. Tal vez me aguarden singladuras, sorpresas y matices en los que me imagine navegando...

Perdido en pocas letras… comienza el dulce laberinto...

Codorníu.

23 de marzo de 2010

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Lo contaré como un chiste, aunque no da risa: esto es un ejecutivo de Wall Street que entra en un bar. Se sienta junto a la barra y descubre a su lado, en un taburete y cabizbajo ante un whisky, a un cardenal del Vaticano, con su sotana, solideo y todos los adornos habituales.

“Monseñor, ¿se encuentra bien?”, pregunta el broker al purpurado, que suspira y habla en voz baja: “Regular, hijo, regular. No levantamos cabeza con los casos de pederastia. Cada vez salen más denuncias, y no ha hecho más que empezar. El Santo Padre está desesperado, no sabe qué hacer para salvar la imagen de la Iglesia. Estamos en crisis.”

“¿Crisis?”, responde el ejecutivo, sonriendo. “De eso yo sé mucho. ¡Crisis! Hace un año estaba yo como usted, hundido y pensando que era el final. Y míreme ahora. Tan tranquilo. Si quiere, puedo darle algunos consejillos.” El cardenal se gira y lo toma por los hombros: “Por favor, hijo, cuéntame cómo lo hicisteis.”

“Se lo explicaré con sencillez”, dice el ejecutivo, que saca su blackberry para mostrarle un powerpoint. “Lo primero es dejar claro que se trata de casos aislados, individuales, que nada tienen que ver con el funcionamiento del sistema. Nosotros culpamos a la codicia de unos cuantos; ustedes pueden denunciar la lujuria de unos pocos. Pero que los fieles tengan claro que no hay nada en el sistema católico que favorezca esos abusos. Ni el celibato, ni el secreto, ni las relaciones de dominación, ni la homofobia, nada. Todo es culpa de unos pocos pecadores, manzanas podridas que hay que apartar.”

“Segundo, propósito de enmienda. Ya me entiende. Prometan algo grande, generen expectativas: digan que van a refundar la Iglesia, que han aprendido la lección, que no volverá a pasar.”

“¿Crees que funcionará?”, pregunta el cardenal, con un brillo en los ojos. “Claro, padre. Nosotros ya hemos conseguido que la culpa de la crisis sea de los trabajadores, de sus sueldos, su baja productividad... Si me hace caso, en un año acabarán echando la culpa a los niños, por ir provocando. ¿Pedimos otra copa?”

Artículo de Isaac Rosa, el 20 Mar 2010, en Público.es

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20 de marzo de 2010

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"La naturaleza humana no dará fruto, al igual que la patata, si se planta una y otra vez, durante demasiadas generaciones, en la misma tierra agotada.

Mis hijos han tenido otros lugares de nacimiento y, hasta donde alcance mi control sobre su fortuna, echarán raíces en tierra desacostumbrada"

NATHANIEL HAWTHORNE, La aduana.

La primavera callejea sin prisa. No quiere hacer ruido con los tacones de aguja que se ha comprado para estrenar en su día. Sabe que me podrá dar alcance al pie de un plátano de sombra del paseo, recostado en un tronco, en un banco público, o en algún que otro lugar donde me venza el sueño sedentario. De esa forma, esté donde esté, puedo irme por las ramas con sólo mirar hacia arriba y soñar con los brotes de la vida, a punto de explotar de nuevo.
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Recuerdo un avión de juguete con el que hacía piruetas. Antes de cerrar los ojos, sé que lo voy a ver escribir en la pizarra azul celeste; que voy a reseguir con mi corazón el rastro del avión por encima de las copas de los árboles. En cuestión de segundos, dejará un puente blanco de letras en la curva del aire. Tanta fugacidad, me angustia; incluso en sueños... Allá arriba siempre tenía el depósito lleno de esa prisa preciosa... Apenas daba tiempo a contar las casillas del cielo donde caía, y tirar enseguida los dados. Mucho menos, mirar hacia abajo: al futuro.

Cuando despierto -es inevitable- estoy a ras de suelo. Imposible ya reconocer con nitidez las voces de todas aquellas primaveras. Al igual que la estela del avión, ahora son títulos ilegibles en una estantería muy alta; cada vez más alta y difusa...

Codorníu.
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15 de marzo de 2010


"La impaciencia es un mal que aqueja a los viajeros.
Si uno anda, quiere llegar, y si ha llegado,
muy poco después quiere partir.
¿Dónde está, pues, el placer del viaje?
Como el de tantas cosas,
en el recuerdo"
(Bioy Casares)

Gracias a una entrada en el blog de La Flaca (felicidades, amiga) he desempolvado una época de mi vida en que cruzaba este país de norte a sur y de izquierda a derecha a lomos de un 600. En el modesto salpicadero había colocado un pequeño cartel en el que rezaba la cita de Bioy que antecede; estábamos en nuestra cuenta particular de los veinte a los treinta. Cuando miro hacia atrás me veo siempre filosofando, con Saleta en el asiento de al lado. Qué cosas. En una conversación reciente, le decía a Chumpéter: "No es que pase de todo, es que todo ha pasado".

Codorníu.
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7 de marzo de 2010

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Meriendo algunas tardes:

no todas tienen pulpa comestible.

Si estoy junto al mar

muerdo primero los acantilados,

luego las nubes cárdenas y el cielo

-escupo las gaviotas-,

y para postre dejo las bañistas

jugando a la pelota y despeinadas.

Si estoy en la ciudad

meriendo tarde a secas:

mastico lentamente los minutos

-tras haberles quitado las espinas-

y cuando se me acaban

me voy rumiando sombras,

rememorando el tiempo devorado

con un acre sabor en la garganta.

(Ángel González, Meriendo algunas tardes)


¡Cuánto llueve! La vida entra por la puerta, cierra el paraguas, y en silencio se dirige a un rincón de la casa, iluminado a medias. Tal vez, junto a un visillo, se cuela esa luz gris de invierno.
Abre el ordenador en lo que podría ser un gesto tonto, sin importancia; pero “quevaqueva”: la vida acaba de dar carpetazo a lo cercano y revuelve en el armario, hace la bolsa de viaje, se enreda en palabras que imagina, en historias, en sueños…
Pegada a la pantalla, se deja seducir por un tiempo pasado; por el arrullo silencioso de sus caricias agitadas, imposibles, maravillosas… Y así, trenzando tangos soñados, la vida vive muchas vidas, conoce muchos cielos, aprende muchas cosas…
Todo sin moverse de ese rincón mal definido, junto a unos visillos.

Codorníu.

2 de marzo de 2010

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Ya no se puede leer El País ni escuchar la SER, ni siquiera seguir a Gabilondo en CNN-plus (del resto de medios, para qué hablar). Hasta allí se han colado también -como ciertos- los pronósticos interesados de los economistas neoliberales que atacan siempre que pueden al sistema público de pensiones. Pero, en esta ocasión, salta demasiado a la vista que esto no es un problema con una solución única -como quieren hacernos creer-, por más que cada mañana nos pongan una mosca solitaria en el vaso de leche.

A continuación "pego" un artículo del Rector de la Universidad Complutense de Madrid. Esta persona me dio clase -junto al profesor Sampedro- en los años setenta, y lo sigo considerando un hombre independiente. Como él dice, se requieren cambios estructurales en muchos ámbitos de la economía antes que en el sistema de pensiones. Supongo (y todos lo suponemos) por dónde va y por qué lo dice.

Codorníu.

¿Qué hacer con el sistema público de pensiones?
Carlos Berzosa-NUEVATRIBUNA.ES - 26.2.2010 PARA FUNDACIÓN SISTEMA.

...Una vez que han llegado los años en los que se había pronosticado que el sistema no aguantaría, podemos observar lo erróneo de todos esos pronósticos. Las previsiones un tanto catastrofistas no se han cumplido, por eso también hay que huir de esas visiones que siempre dibujan un panorama un tanto apocalíptico. De todos modos no hay que desechar cuáles han sido las instituciones que habían hecho esas predicciones, por lo general patronales, instituciones financieras u organismos ligadas a ellas, por lo que éstas podían ser parte interesada, bien porque pretendían privatizar el sistema de pensiones total o parcialmente, como se hizo en Chile durante la dictadura de Pinochet, o bien porque ante la alarma creada muchas personas han acudido a hacerse un sistema de pensiones privado, complementario del público. En lo primero no han tenido éxito, aunque lo han intentado, pero en lo segundo sí que lo han conseguido en gran parte. El intento de privatizar el sistema de pensiones públicos se llevó a cabo durante los años noventa, cuando se invitó a varios foros de nuestro país a José Piñera, que había sido ministro de Pinochet e introdujo en ese país el sistema privado de pensiones. Las comparecencias en nuestro país del ministro de una terrible dictadura tuvieron bastante eco en los medios de comunicación, mientras la mayor parte de la banca aplaudía esas propuestas sin ningún tipo de rubor. Se hacía apología del sistema chileno. Por eso tenemos que ser muy cautelosos con los pronósticos interesados, coreados por determinados economistas, que atacan siempre que pueden al sistema público de pensiones. No se nos oculta a nadie que un sistema que maneja y mueve tanto dinero es una presa muy codiciada por los intereses financieros. El Pacto de Toledo, de todas maneras, es una garantía para la consolidación del sistema público de pensiones y para huir de una posible privatización. En todo caso, eso no debe hacernos olvidar que puede haber riesgos en el futuro. Pero cualquier negociación que se lleve a cabo debe hacerse en el marco de ese Pacto, que es el que tiene que analizar la evolución demográfica y económica, y tomar las medidas necesarias para preservar un sistema que sin lugar a dudas estará sujeto a muchas tensiones financieras. Ante las dificultades de financiación, que seguramente surgirán, se está planteando, con diferentes argumentos sin duda consistentes, que el presupuesto público complemente los posibles déficit que puedan surgir del sistema de financiación actual. Es una acertada propuesta que debe dar tranquilidad y seguridad, al tiempo que trata de preservar los derechos de los trabajadores, pero que también está sujeta a limitaciones pues la elasticidad del presupuesto tampoco puede servir para todo. Muchas necesidades crecientes también presionarán sobre el presupuesto, lo que provocará restricciones si no se quiere caer en una crisis fiscal del Estado. En todo caso, lo que sí es importante para una economía futura es que hay que reforzar el sector público, y no disminuirlo como ha venido haciendo en los últimos años el pensamiento económico dominante. Más y mejores impuestos, como acertadamente señalaba el profesor Albert Recio en las recientes jornadas de economía critica celebradas en Zaragoza, es fundamental para garantizar no solamente el sistema de pensiones sino una economía con mejor educación y sanidad pública, con más atenciones a las personas necesitadas, con un grado más elevado de igualdad en derechos y oportunidades. Hay que realizar importantes modificaciones sobre lo que ha sucedido en estos últimos años, y eso requerirá cambios estructurales en muchos ámbitos de la economía, y no solamente en el sistema de pensiones. Veamos las cosas con una visión más global y no solamente parcial. Desde luego que, si nos dejamos arrastrar por los imperativos del mercado, estaremos perdidos si queremos avanzar hacia una sociedad más progresista.

(Carlos Berzosa es catedrático de Economía Aplicada y rector de la Universidad Complutense de Madrid desde el 23 de junio de 2003, tras ser Decano -los catorce años anteriores- de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de dicha Universidad)
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28 de febrero de 2010

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Los matemáticos vivieron en el optimismo hasta 1930. Hasta esa fecha, todo lo verdadero era demostrable como sucede actualmente con el ya empalagoso pensamiento único. En eso llegó un joven austriaco, Gödel, e introdujo la célebre paradoja que lleva su nombre. Pero, para que le comprendieran sus colegas de congreso, tuvo que poner las fórmulas matemáticas en base literaria y soltó aquella flagrante contradicción que decía: “Yo siempre miento”.

Hoy estamos rodeados por incuestionables axiomas que mienten más que hablan. Los ojos de los charcos, asimétricos y vacíos, apartan la vista, porque no pueden soportarlo. Ya no se ve el cielo cuando se les pregunta por la llave para salir de esta loca contradicción que asalta nuestras vidas. Las recetas que utilizan los expertos -esta semana han vuelto a la carga “los cien economistas” españoles deformados en Minessota- gimen como viejos maderos al contacto con el peso y el dolor de los hombres de carne y hueso. Cuesta creerles, y luego mirar a un lado y a otro. Se lo han ganado a pulso.

Termina uno por dudar si, en su caso, aquellas pisadas de juventud, robadas al mar embravecido, sólo fueron verdad en las novelas. Pueden estar contentos.

Nosotros, mientras, a la espera de nada, más bien todo tememos.

Codorníu.

(Según Albert Recio, quienes firman el manifiesto de “los cien economistas” no son además expertos en el mercado laboral. Tocan de oídas o con la confianza inveterada en la calidad analítica de un reducido grupo de economistas del Banco de España o de Fedea. Repasando el listado de firmantes se advierte la enorme presencia de personas adscritas a unos pocos departamentos y a una precisa corriente académica. Lo que en la profesión se conoce desde hace años como el grupo de los “minessotos”. Economistas teóricos, la mayoría especializados en teoría de juegos con poco o ningún interés por el análisis de la realidad concreta de cada país. O al menos es lo que siempre les hemos oído comentar, que la alta ciencia debe concentrarse en los modelos abstractos. Un grupo que ha alcanzado un enorme poder en la esfera académica y política. Personas que manteniendo una evidente comunidad de intereses y proyectos han conseguido colocarse en importantes puestos gubernamentales con el Partido Popular, el Partido Socialista, Convergencia y Unió. Personas por tanto influyentes a los que quizás habría que preguntar qué opiniones expresaron para evitar que acabáramos en el desastre actual. Por qué no advirtieron sobre “las causas” que han generado el problema. Y por qué siguen sin decir ni “mu” sobre qué reforma requiere el sistema financiero -un causante obvio del problema- cómo se podría cambiar la estructura productiva del país y cómo se puede reconducir el cáncer inmobiliario. Hay incluso entre los firmantes quien hace años pronosticó el hundimiento inmediato de la Seguridad Social y cuando la realidad le dio un revolcón a sus previsiones, lejos de disculparse y dedicarse a otra cosa, ha seguido dando lecciones sobre el tema.
Hay otras muchas personas en España que llevan muchos años estudiando el mercado laboral desde una óptica económica. Con mucho trabajo estadístico y analítico. Prácticamente ninguna de ellas firma el manifiesto. Si en lugar de una mera operación propagandística estuviéramos ante un verdadero debate social seguramente la opinión de estas personas sería considerada. Pero con la reforma laboral lo que proponen es que les den carta libre para propagar su unilateral punto de vista. Un punto de vista que en casi todo coincide con lo que están pidiendo los líderes empresariales. Como alguien me comentó, “menos mal que íbamos a reformar el capitalismo”
Que este y otros grupos de interés conspiren no es nada nuevo. Que se intenten colar intereses como ciencia verdadera tampoco.
Ahora las cosas son aún más graves. Porque no estamos sólo ante una reforma laboral, sino ante una crisis general que puede dar lugar a dinámicas sociales muy peligrosas. Una crisis que exige respuesta no sólo en el campo del empleo. Donde todos nos movemos en grados de incertidumbre e indefinición que a la postre pueden acabar en una situación realmente grave. Y donde en el plano de la escena política se vislumbra una recomposición de la derecha, a la que no le temblará el pulso a la hora de aplicar nuevas políticas antisociales con la excusa de salir de la crisis. Por ello parece ya directamente suicida que los sindicatos o lo que queda de Izquierda Unida-Iniciativa sean incapaces de generar procesos en los que, como mínimo, salgan propuestas alternativas al machacón discurso que repiten como “mantras” la CEOE, el Banco de España, la OCDE y el FMI. Y al que el manifiesto comentado trata de dar patina científica. Parafraseando la conocida escena del film de Nanni Moretti, “Por favor, hagan algo, promuevan la participación, promuevan un debate de verdad, ayuden a organizar una respuesta social, organicen”. Aunque sea sólo por mero instinto de supervivencia. ¿O es que aún no han entendido que lo que propone en la práctica esta reforma es la desaparición efectiva de los sindicatos y el reforzamiento de los derechos del capital?)


Albert Recio, es editor de la revista Mientras Tanto, coordinador del área de Economía Laboral de las Jornadas de Economía Crítica, doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona y titular del Departamento de Economía Aplicada de la misma.

22 de febrero de 2010

Todos los informes emitidos en los años noventa sobre la evolución de la Seguridad Social en España fallaron estrepitosamente.

Según aquellos estudios, justo ahora, en este mismo momento, estaríamos en plena quiebra del sistema público de pensiones. Para el Círculo de Empresarios, por ejemplo, la deuda en 2010 alcanzaría el 10% del PIB.

En realidad, la Seguridad Social cerró el ejercicio 2009 con un superávit de 8.500 millones de euros. Y su Fondo de Reserva suma ya 62.000 millones, el 6% del PIB.

¿Cómo es posible que tantos, y tan distinguidos catedráticos y servicios de estudios tan prestigiosos como el de La Caixa y el del entonces BBV se equivocaran tanto?

A partir de 1994, hubo un auténtico aluvión de estudios aparentemente muy serios, firmados por expertos de solvencia probada, que afirmaban rotundamente que el sistema era insostenible a muy corto plazo. Las entidades financieras fueron las mayores emisoras de informes de este tipo, y obtuvieron un gran eco en los medios de comunicación.

"Este tipo de modelos están muy teledirigidos; dependen de variables subjetivas que pueden dar resultados muy distintos; con leves retoques indemostrables, es fácil conseguir los resultados que uno quiere", explica Ignacio Zubiri, catedrático de Hacienda Pública de la Universidad del País Vasco (UPV), uno de los mayores expertos en pensiones, que no se apuntó por aquel entonces a las predicciones apocalípticas. Y añade: "No sé si hubo mala fe, pero los errores fueron enormes".

Para los economistas vinculados a corrientes críticas no cabe duda de que los errores no eran casuales : "El objetivo era estimular los sistemas privados de pensiones; y tuvieron éxito porque con tanto miedo mucha gente les creyó y el Estado se vio obligado además a ofrecer cuantiosas desgravaciones", opina Miren Etxezarreta, catedrática emérita de Economía Aplicada de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).

José Iglesias Ferández, economista formado en Oxford y Londres, apunta la hipótesis de que las entidades financieras "promovieron el pánico" deliberadamente para "quedarse con un suculento negocio". Y para lograrlo, añade, se sirvieron de los prestigiosos académicos.

(Hasta aquí un resumen del artículo firmado por PERE RUSIÑOL, Barcelona, el 22 de febrero de 2010, y que podéis leer íntegramente haciendo clic en Público.es)

En realidad, no hay ninguna nube encarcelada en la jaula (como parece querer mostrar la fotografía) y, o mucho me equivoco, o algo así, más o menos, es lo que quieren que nos traguemos ahora los prestigiosos y distinguidos economistas liberales del pensamiento único.

Por favor, qué vuelva a la cátedra el anciano José Luis Sampedro... que fue profe mío en los años 70, y nunca me desinformó con medias verdades.

Codorníu.

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19 de febrero de 2010

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Tras abrirnos paso a machetazos por el interior de una selva de palabras a la que no llegaba ni la luz del sol, nos ha parecido entender que la solución a la crisis pasa por hacer recuento de cuanto poseemos (nuestro salario, nuestro paro, nuestra jubilación, nuestro piso, nuestro coche, nuestra Seguridad Social, nuestros ahorros), para valorarlo a la baja. Y como no es posible devaluar la moneda, será preciso devaluar todo lo demás, incluida la autoestima. Donde creíamos que teníamos cien, deberemos aceptar que tenemos setenta. Quienes medían 1,80, tendrán que conformarse con 1,50. Quienes comían en restaurantes de cuarenta lo harán hasta nueva orden en tascas de diez. Y así de forma sucesiva hasta regresar al tamaño anterior, del que quizá, como de nuestro pueblo, no deberíamos haber salido. Pero no todo disminuirá. Si usted debía mil más los intereses, continuará debiendo mil más los intereses (deuda a la que tendrá que añadir los intereses de los intereses). Parecería lógico que si su piso vale ahora un 20% menos que cuando lo compró, la hipoteca se redujera en un porcentaje similar. Pero no intente usted introducir la lógica donde impera la explotación.

No nos engañemos, pues. Debajo de todos esos discursos enmarañados sólo late una pregunta: ¿a quién empobrecer para recuperar nuestro tamaño verdadero? ¿A quién recortar las piernas, los salarios, las pensiones, las medicinas, la enseñanza? Se trata, como ven, y por muchas palabras que se coloquen sobre el asunto, de una decisión ideológica. En este país hay mucho, muchísimo dinero, ya que la acumulación de capital fue obscena durante los años de la burbuja. Pero está concentrado en unas pocas manos. Déjense de discursos y digan cuánto van a poner de su bolsillo, en este duro regreso a la realidad, esos señores que se jubilan con 80 millones de euros.

(Hasta aquí, el artículo publicado en EL PAÍS -opinión- por JUAN JOSÉ MILLÁS, hoy, sábado, 19 de febrero de 2010)

Gracias Millás. Los economistas que hoy gozan de renombre en los medios han perdido toda capacidad crítica. Es el precio cobarde que aceptan pagar por mantenerse en el púlpito.

Si Alberti levantara la cabeza, con seguridad volvería a preguntarse:

Pero... ¿dónde los hombres?

Analizan, y cuando analizan parece que están solos
Miran, y cuando miran parece que están solos
Sienten... y cuando sienten parece que están solos.

Codorníu.

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