6 de abril de 2011

El dueño del Café San Cayetano se llamaba Don Antonio Álvarez, un tipo muy nervioso, que siempre estaba en el mostrador, cara al público, fumando un cigarro puro y arreglándose las uñas. Don Antonio estaba casado de segundas con Carolina, una mujer de Salamanca, que tenía la vivienda en el primer piso, justo por encima del café. Mi empleo de pinche de cocina era un trabajo cómodo comparado con el de repartidor de leche, pero tampoco duró mucho: al cabo de un año, me encontré con el cierre bajado al igual que el resto de los demás trabajadores. Por aquel entonces, la consideración con el obrero llegaba a tal menosprecio que jamás te daban un aviso previo, y mucho menos, una explicación posterior. Sólo esos cierres, bajados de forma inesperada, actuaban de testigos del continuo peregrinar buscando empleo, que ya empezaba a dejar una huella amarga tras uno.

Lo siguiente que me salió fue un trabajo en una carnicería de la calle Magdalena. Se trataba de repartir pedidos a las señoras que lo encargaban por teléfono. Los domingos íbamos a comer a casa de una hermana del dueño que tenía un restaurante cerca de la glorieta Bilbao. No recuerdo nada especial de ese empleo, salvo que el dueño me llevaba de caza para levantarle las piezas; o sea, de perro. Luego,  al cabo de otro puñado de meses, aquella carnicería también fue traspasada, y me quedé otra vez buscando trabajo por todo Madrid. Era en esos momentos cuando más agradecía el poder regresar a la casa de Josefa y Jesús, en la travesía de Las Vistillas, donde siempre tenía un techo y una cama. Muchos gallegos nos juntábamos allí los domingos. Fue así como conocí a Chelo, la hermana de Estrella. Mi mujer aún tardaría años en venir a Madrid.

Por fortuna no prendieron en mí los hábitos de fumar y beber. Gastaba poco. Procuraba tener algo de dinero ahorrado para esos periodos que tenía que estar sin colocación. No tardé en darme cuenta de lo poco que duraban los empleos. Al perder el trabajo se perdía también algo muy importante que iba aparejado con el salario: la comida del mediodía, la cena, etc. Durante estos paréntesis en paro, recaía, a la hora del almuerzo, por una casa de comidas de la calle López Silva, propiedad de una señora de Orense, llamada Pepa, que cocinaba muy arreglado y muy bien. Era un sitio bastante popular, frecuentado por gente obrera, donde se respiraba un ambiente que hoy parecería extraño. Me refiero a una solidaridad que lo impregnaba todo: la manera de vestir, de saludar, de reconocerse en el via crucis de los demás...

Un día, comiendo allí, conocí a un muchacho mayor que yo, que cojeaba algo de una pierna. Era un empleado del Ayuntamiento, muy buena persona, que había estudiado para maestro, pero no pudo terminar la carrera. Siempre andaba cargado con libros. Me enseñó las primeras letras de  manera totalmente desinteresada, sobre aquellas mesas, una vez retirados los platos de la cena.  Fueron dos o tres meses. Gracias a él, pude iniciarme -ya en solitario- en la lectura de todo papel que caía en mis manos.

Y con el tiempo, a fuerza de copiar y copiar, aprendí a escribir.


(continuará)


Pepe, padre (Memorias, capítulo 3º)

9 comentarios:

Martin dijo...

Muchas gracias D.Jose, me trae recuerdos de mi padre y de mi infancia, yo nací en la maternidad de Mesón de Paredes y pase mi infancia en una guardilla de la calle Toledo, en la que convivíamos
tres familias con sus niños correspondientes y el aseo fuera de la casa para todos los vecinos.

Un fuerte abrazo D. Jose

mangeles dijo...

Que interesante. Yo he vivido en Huertas, y frecuento mucho Lavapies...así que recorro las calles de Madrid, con el relato.

Sigo, sigo...

Besos, D. José.

Pd. ¡no te pongas celosón Pepe, otro besito para tí¡.

FLACA dijo...

Y yo, que vivo de este lado del océano, revivo muchas historias de gallegos, como la del carnicero Piedra que vivía en mi pueblo; o la de doña Carmen, que vivía pegado a mi casa; o la de mis abuelos; o la de el don José padre de mi amiga Lidia. También revivo la del catalán amigo de mi padre, mi más querido tío, el tío Escobar (que no era tío de sangre, pero para mí siempre fue más que si lo fuera)que vino a América exiliado de Franco.
Cuando dice que iba de caza se me vino a la cabeza "Los santos inocentes", aquella película dirigida por Camus basada en la novela de Delibes.

Sigo atenta a estas entregas, sé que las voy a adorar tanto como a Saleta. Un abrazo a ambos.

Pepe dijo...

Queridos Martín, Mangeles, Flaca...

Muchas gracias.

Las memorias las ha ido escribiendo en un cuaderno tamaño folio, con su letra ¡con su letra! ¡dios mío!

Es como moverse por una selva tropical. Ya habéis leído que aprendió a reconocer las letras con un altruista, pero luego siguió él solo, copiando y copiando papeles de periódicos.

Aunque lo peor no es la letra o los anacronismos que tengo que emsamblar. Lo peor son las emociones que me miran desde los renglones, casi siempre emociones dolorosas.

Un abrazo

FLACA dijo...

Ya llegará en los relatos algún momento que sea de felicidad, estoy segura. Así que sigo leyendo. Otro abrazo.

mangeles dijo...

Pepe..no seas quejica y dejanos disfrutar...con g o con j...con anacronismos o con año más o menos ...de la historia..juer...

¡¡¡Pesaos son los escritores pulcros¡¡

Don José...Vd...ni se preocupe...a lo suyo...Vd. CUENTENOS SUS COSAS...y que se las apañe el PEPE...


BESITOS A REPARTIR

made dijo...

Ha sido toda una sorpresa encontrarme con estos escritos de tu padre.
Al hace una reflexión sobre la vida, creo se remueven muchas cosas, pero también se viven intensamente y se recuperan espacios perdidos en la memoria.
La vida de tu padre me trae recuerdos de momentos o situaciones vividas o escuchadas de los míos, se abre en mi memoria otros espacios que tampoco quiero olvidar.
Me imagino lo dura que en algunos momentos pudo ser su vida, pero a la vez que enriquecedora.
Me gustaría saber más cosas sobre sus trabajos, la vida del Madrid de su época,ese día a día que nos envuelve a todos y que cada uno interpreta según su manera de enfrentarla o de vivirla.
Son las personas como usted las que realmente hacen la historia de este país.
Será un placer seguirle
¡Ánimo! Y un gran abrazo.

PIZARR dijo...

Queridos Pepes, padre e hijo, estoy emocionada leyendo desde hace un buen rato todo cuanto llevaba tiempo sin leer.

Pepe hijo, te comprendo cuando le hablabas a la Flaca de que los días tienen las horas que tienen... así ando yo hace muchos meses y así deje de escribir y no veo la menera de volver a coger el ritmo de hacerlo, aunque os llevo dentro de mi corazón a todos vosotros y desde hace mucho a tu padre también.

Pepe padre, es todo un placer seguir su vida, siempre quise escribir las memorias de mi familia materna y un día por otro lo fui dejando y hoy no tengo ya a nadie que me ayude a poner orden en cuantos relatos dejaron en mi memoria, por ello me ha gustado tantísimo esta aventura que ha comenzado. No deje por favor de regalarnos "esas entregas de vida"

Un abrazo inmenso a los dos

Anónimo dijo...

Sin vicios, con ansias de aprender y conseguir escribir para luego leer y darlo todo de uno mismo, sin ayuda, sólo con las ganas y la necesidad. Voy a repetir muchas veces en estas entradas de la historia de su vida, las palabras, emoción y admiración, porque es lo que siento cuando leo, muchísimas gracias por ello Don José y un abrazo enorme.
Esperanza