22 de marzo de 2019

Al final de sus memorias había escrito: "Me esforcé tanto por vivir que jugué la prórroga, y hasta empaté en todas las tandas de penaltis que me fueron llegando. Ahora estoy esperando a que el árbitro lance la moneda. Sería un detalle que, al menos, las primeras veces, saliera de canto".

Durante tres años de parar penaltis y ver cómo quedaba la moneda de canto, ayer, entrando la primavera, ha muerto mi padre a la edad de 108 años. Los tres últimos han sido muy duros. A partir de su 105 cumpleaños ya no pudo salir a la calle. Las funciones de su cuerpo cayeron poco a poco: primero la vista, después el oído; y así, un largo etc, que llevó con un estoicismo ejemplar.

Como decía más arriba, por fin ayer descansó.

- Ya está, papá, ya está. Todo ha terminado. Ya no hay más sufrimiento -le dije cuando murió.

Me cuesta encontrar pensamientos donde le recuerde feliz y contento, porque era bastante austero en lo referente a la expresión. Lo normal que me viene a la cabeza son imágenes del sacrificio que fue vivir la vida; en su caso, un trayecto plagado de trabajo y preocupaciones que apenas le dejaron algún margen para disfrutar. Me pregunto por qué eligió nacer en una época tan difícil, tan llena de penurias... Me viene a la cabeza que eso fue algo que decidió él, aunque no fuera consciente. Como fue el caso de todos nosotros

Mi memoria rastrea momentos donde estuviera gozando de algo, y veo cómo me cuesta hallar algún recuerdo radiante de su rostro. Sé que las imágenes dolorosas tan solo son las que yo mismo proyecto para hacerme daño en este momento. No tengo ninguna duda que todo eso es mío. Que la realidad no fue ni es así.

Pero a pesar de que le llené de besos y achuchones, siento ahora que pude hacer por él mucho más. Son pensamientos que nada tienen que ver con lo que realmente sintió y vivió, sino conmigo y mi manera de fabricar fuera únicamente lo que duele, pasando por alto que durante estos últimos años viví para él; que no viajé a parte alguna, que dejé de ir al cine; que si alguna vez salí a cenar por ahí, lo hice a la vuelta de la esquina y volví cuanto antes. 

Estoy seguro que en su vida hubo de todo, bueno y malo; aunque en estos momentos no me permita que afloren los buenos recuerdos a la primera fila. Como cuando le pregunté uno de los últimos días que si tenía miedo, y me respondió que no. Que ninguno. 

Hoy, 22 de marzo de 2019, le dimos sepultura.

Mi padre era gallego; un héroe nacido en Pino, Cospeito (Lugo). Y yo le quería mucho. 
Codorníu.