1 de abril de 2010

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...Poco después de aquel día en que me suplicó que aceptase aquella pequeña llave de taquilla, Saleta (nunca supe su verdadero nombre) desapareció del piso. Aquella Semana Santa se había dado cuenta de lo absurdo de sus sacrificios. La luz ejemplar que la había traído a Madrid a finales de los sesenta con la tarea, tan descomunal como inútil, de sacar a flote la más rota de sus barcas vacías -la vida de los otros-, había muerto en una cruz en Bolivia sin procesión que la diese acogida alguna.

Lo que no estuvo claro desde aquel entonces (y ahora menos aún) es si anduvo viva durante mucho tiempo. Al menos, no lo estuvo de la manera en que se entiende comúnmente. Y es que en su sien –según las últimas notas del diario que encontramos Chumpéter y yo al abrir aquella consigna de la estación de Atocha– quedó atravesada, como un disparo propio, la despedida final que sostuvimos sin mediar palabra en el andén del metro de Sevilla, cuando sólo cabían en nuestra vida las miradas con esperanza.

Codorníu. Memorias de la Dictadura.

10 comentarios:

FLACA dijo...

Saleta siempre me toca el corazón. ¡Como me gusta encontrarla!...aunque cuentes cosas tristes. Tristes no, diría que siempre cargadas de esa dulce melancolía.
Un abrazo.

TORO SALVAJE dijo...

Saleta sigue seduciendo desde donde esté.

Saludos.

mangeles dijo...

Me gusta reecontrarme con Saleta. Sin saberlo,ella lleva la semana santa en el nombre, y la pasíón y la tragedia en su vida.

Bello escrito, amigo.

Muchos besos

FLACA dijo...

Si mal no recuerdo, Chumpéter se quedó con una valija de Saleta llena de papeles con historias de los pacientes de su padre. Tal vez también con historias de ella. ¡Si habrá para contar de ahí!...Lástima que esta semana sólo dure siete días.

Patricia Angulo dijo...

Saleta, imagen de un tiempo melancólico que te navega por dentro.
Me encanta.

Besos.

carmen jiménez dijo...

Permíteme quedarme hoy con esa parte de la vida donde sólo cabían las miradas de esperanza. Permíteme hoy no hacer comentario alguno de la belleza que habita en el corazón de cada uno.
Un beso para tí, para Chumpéter y por supuesto para Saleta.

Gregorio Omar Vainberg dijo...

saludemos entonces el regreso de Saleta por estos lados.

un abrazo

Marisa Peña dijo...

Vuelvo de mi descanso y me encuentro a saleta...¿Qué más puedo pedir? Un abrazo muy muy fuerte querido amigo

karina Androvich dijo...

Que en estas Pascuas que haces coincidir, espero que resusiten los sueños y que las despedidas se vuelvan encuentros.

Un beso Pepe

Maria Coca dijo...

Saleta es pasión, sin duda.