Cuento los días que faltan. Estoy algo nervioso, porque sé que la Realidad va a su bola y no se casa con nadie. Como si me leyese el pensamiento, mientras le cortaba el pelo, me dijo: Dudar constantemente es lo natural; y estar seguro, la perturbadora excepción que todo lo estropea cuando se quiere retener para siempre.
Como veis, sigue teniendo la cabeza lúcida y el verbo, fácil. A punto de llegar a los cien, piensa en su nieto y en lo que le espera. Mi agua ya ha pasado bajo el puente, dice. Hilando hilando, hemos acabado hablando de pensiones; de cómo está cambiando todo, de la escasa conciencia de defenderse que tiene la gente corriente...
(Yo, con la maquinilla; y él, quieto… dejándose hacer)
Aquí, donde vivimos, hay veinticuatro personas que superan el siglo; casi todas, mujeres. No me atrevo a decírselo para que se imagine que son hombres. Dentro de unos días serán veinticinco. El Ayuntamiento, o el alcalde, o no sé quién, le querría dar una placa o algo así. Qué ingenuos. A mí también me la darían al año próximo, si llego a tiempo y no cambian todo esto de jubilarse. Pero a ninguno de los dos nos gustan estas cosas... lo de las placas, me refiero. Nosotros estamos más agusto entre los nuestros, entre vosotros.
Estáis invitados de corazón. Sé que, sin conocerle, ya le queréis; porque lo he compartido con vosotros como si fuera tan vuestro como mío. Cuento los días que faltan. Ya no puedo contar por meses.
Codorníu.
Como veis, sigue teniendo la cabeza lúcida y el verbo, fácil. A punto de llegar a los cien, piensa en su nieto y en lo que le espera. Mi agua ya ha pasado bajo el puente, dice. Hilando hilando, hemos acabado hablando de pensiones; de cómo está cambiando todo, de la escasa conciencia de defenderse que tiene la gente corriente...
(Yo, con la maquinilla; y él, quieto… dejándose hacer)
Aquí, donde vivimos, hay veinticuatro personas que superan el siglo; casi todas, mujeres. No me atrevo a decírselo para que se imagine que son hombres. Dentro de unos días serán veinticinco. El Ayuntamiento, o el alcalde, o no sé quién, le querría dar una placa o algo así. Qué ingenuos. A mí también me la darían al año próximo, si llego a tiempo y no cambian todo esto de jubilarse. Pero a ninguno de los dos nos gustan estas cosas... lo de las placas, me refiero. Nosotros estamos más agusto entre los nuestros, entre vosotros.
Estáis invitados de corazón. Sé que, sin conocerle, ya le queréis; porque lo he compartido con vosotros como si fuera tan vuestro como mío. Cuento los días que faltan. Ya no puedo contar por meses.
Codorníu.